Un Mar Sin Estrellas 

Le dice que le preocupa que nada de ello tenga algún sentido, que nada sea impoetante. Que quién es, o quien piensa que es, sea solo una colección de referencias al arte de otras personas, y está tan centrado en la historia, el sentido y la estructura que quiere que su mundo los tenga todos perfectamente expuestos. Pero jamás sucede, y tener que jamás sucederá.

Un chico al comienzo de una historia no tiene modo de saber que la historia ya ha empezado.

Quizá una vez que vas al país de las maravillas se supone que debes quedarte allí porque después de eso nada volverá a ser igual en el mundo real, en el otro mundo.

El tiempo. Es como un poema, en el que cada palabra es más que una cosa a la vez y todo es una metáfora. El sentido está condensado en el ritmo y el sonido y los espacios entre las frases. Todo es intenso y cortante, como el frío y el viento.

Se dio cuenta de que ya no le importaba que las historias perduraran. Que algunos las disfrutaban y otros no, pero que esa es la naturaleza de un relato.
No todas las historias hablan a todos los públicos, pero todos los públicos pueden encontrar una historia que les hable, en algún sitio, alguna vez. De una forma u otra.

Te amo, pero no me quedaré aquí esperando a que esta historia cambie. Seré yo quien la haga cambiar.

Necesito que sepas que lo que siento por ti es real. Porque creo que tú sientes lo mismo. He perdido muchas cosas y no quiero perder esto también.

El mundo inventado de un chico se ha convertido en el de otro, y en el de otro, y así sucesivamente hasta que les pertenece a todos.

«Todo el mundo es parte de una historia. Lo que quieren es ser parte de algo que valga la pena registrar. Es el temor de la mortalidad, la necesidad de que los demás sepan que estuviste aquí y que importaste»

Somos palabras sobre papel.