El amor y otras maldiciones

No había ningún bajón anímico que un buen libro no pudiera arreglar.

La rosa de cristal irá menguando,

Igual que la esperanza de redención.

Pasarán dieciocho años, uno tras otro,

Hasta que ya no haya solución.

— En cuanto se caiga, se acabó. Mi vida podría terminar. Puede que no tengamos la oportunidad de estar juntos, Jaya. Puede que lo más inteligente para ti sea proteger tu corazón frente a lo que quiera que esté a punto de pasar.

Se había establecido cierta complicidad entre ellos que antes no existía. Donde antes había un muro de ladrillo que los separaba, había aparecido una ventana diminuta.

Jaya no podría hacer que ese chico se enamorase de ella. No podía partirle el corazón. Porque si lo hiciera, sería ella, y no él, la que se habría convertido en una bestia.

El miedo es la principal fuente de superstición y una de las principales fuentes de crueldad.

La belleza es poder, la sonrisa es su espada.

Las expectativas familiares no son siempre la única opción, o ni siquiera la correcta.

Tenía un aire montaraz, como si fuera un animal salvaje. O una bestia.

Las bibliotecas eran lugares mágicos para Jaya. No importaba en qué país se encontrara ni lo lejos que estuviera de casa: las lustrosas mesas de madera, el olor a pegamento de encuadernar y el susurro de las páginas al pasar siempre la recibían como viejos amigos.