No es habitual encontrar libros en los que el tema principal sea un oficio (quitando los que tratan la vida de escritores), quizás porque parezca un asunto más de llevar a la práctica que de escribir sobre él, o bien porque su cotidianeidad relegue estos asuntos a un segundo plano por no considerarlos especiales. Pero esa normalidad es precisamente el punto fuerte de este libro, puesto que nos acerca a una profesión que es cercana a todos nosotros pero que muy posiblemente nos es desconocida en su quehacer diario. Por casualidades de la vida (o más bien causalidades), William Fuentes es panadero igual que lo era su padre, Ismael Fuentes, hasta que tuvo un accidente de trabajo que le dejó manco. William fue testigo del accidente de su padre siendo pequeño, lo que influirá en su trabajo en la panadería del supermercado, puesto que pondrá especial énfasis en la prevención de riesgos y no cesará en el empeño de que sus compañeros pongan más cuidado en lo que hacen. En casa su elección profesional también acarreará consecuencias, a su madre no le hace ninguna gracia que William pueda sufrir el mismo destino que su marido, y su padre no hace comentarios al respecto porque hace años que vive desconectado de la realidad. El tema es que la situación económica familiar es muy precaria, por lo que no les queda otra alternativa que aceptarlo. A pesar de todo ello, William disfruta de su día a día con los compañeros de trabajo, aprovechando su tiempo libre para jugar a la consola o compartiendo algunos (aunque escasos) momentos familiares. La suya es la vida de un joven cualquiera, pero con su relato nos acerca a una realidad diferente a la nuestra, con la que empatizamos y, al mismo tiempo, aprendemos sobre el trabajo en general y el oficio de panadero en particular. Una lectura muy recomendable y necesaria. + Leer más |