La importancia de morir a tiempo

No obstante, hay momentos en los cuales se nos revela la verdad: no hay nada antes del nacimiento, no habrá nada después de la muerte, no hay nada ahora adentro, ni fuera de nosotros. Y la contemplación directa, cara a cara, de este vacío, nos deja demolidos, en el piso, con la mirada suspendida y la respiración entrecortada. Y, pasmados, entendemos: somos solo eso, fugacidad e impermanencia.

Puertas. Universos paralelos. Realidades seriales. Múltiples dimensiones. ¿Qué es lo real? ¿Existe, de verdad, una realidad? ¿Es posible defender la idea de que hay un grupo de personas cuerdad que están completamente seguras de qué es lo real? Muy dificil.

En sus largos desplazamientos por el desierto debió descubrir que la belleza es salvaje, violenta, agresiva, primitiva, brutal, y que todos aquellos que pretenden convertirla en mensajes endulcolorados e inofensivos no son más que cobardes alardeando de algo que no conocen y que jamás conocerán.

La carcel no es sólo un lugar, sino un estado del espíritu, un estadio que regresa una y otra vez para hacernos daño, que nos visita de vez en cuando, y contra el cual tendremos que luchar hasta el día de nuestra muerte.

Morimos muchas veces a lo largo de la vida. Hay que aprender a morir y nadie nos enseña eso. Hay momentos en los que uno cree que está al final de algo que debe dejar atrás. También está la idea del morir físico, hay que aprender a morir de verdad. No nos enseñan dos cosas fundamentales: a amar y a morir. Y son dos momentos cúspide. Somos analfabetas en ambos.