El secreto de la hierba

Para conocer la historia de un pueblo, hay que buscar entre los periódicos, las revistas, las enciclopedias, los programas de las fiestas. Todo vale. Nunca se sabe qué papel esconde el dato que buscamos. Estos documentos son tesoros que nos legaron las gentes que antes estaban donde ahora estamos, para comunicarse. Es, dijéramos, la manera que tienen los muertos de dirigirse a nosotros.

-La guerra saca lo peor de cada uno. Nadie es bueno en una guerra. No se puede ser bueno. Todas esas películas de guerra en las que hay unos malos muy malos y unos buenos muy buenos... eso no puede ser de ninguna manera en la guerra. Malos muy malos, claro que sí, pero... ¿Buenos muy buenos? Entonces no habría guerra.?

Las mujeres bajaban la voz en este punto. Miguel sabía que no era por él, porque en ningún momento habían notado su presencia. Se hacía así por costumbre, porque así lo habían visto ellas hacer a sus tías y su madre, como estas lo habrían visto a sus antecesoras. Cuando se hablaba de la gente del pueblo, había que bajar la voz. Incluso si se hacía en un lugar donde era imposible que alguien extraño pudiera oir la conversación. También sabía Miguel que estas conversaciones eran las más interesantes. Cuanto más susurrada llegaba la información, más fascinante era.