El secreto de la hierba de Alejandro Melero
Las mujeres bajaban la voz en este punto. Miguel sabía que no era por él, porque en ningún momento habían notado su presencia. Se hacía así por costumbre, porque así lo habían visto ellas hacer a sus tías y su madre, como estas lo habrían visto a sus antecesoras. Cuando se hablaba de la gente del pueblo, había que bajar la voz. Incluso si se hacía en un lugar donde era imposible que alguien extraño pudiera oir la conversación. También sabía Miguel que estas conversaciones eran las más interesantes. Cuanto más susurrada llegaba la información, más fascinante era.
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