-¿Tiene idea de lo que es esto para mí? -prosiguió luego- ¿De la desesperación con la que me hago a mí misma, una y otra vez, todas esas viejas preguntas sin respuesta? ¿Qué sentido tiene la vida? ¿Por qué se creó al ser humano? ¿Por qué damos por hecho con tanta seguridad que Dios es bueno, cuando parece mucho más probable que sea malvado ¿Somos un accidente de la química, sin principio ni final n propósito? ¿Supercoloides representando una comedia despiadada? ¿Somos un sueño de Dios, como creen los budistas? ¿Por eso, cuando somos pequeños, nos miramos al espejo y nos miramos las manos y los pies nos decimos: « Soy yo»? «Yo soy Faustina Crayle. No soy nadie más». Y, aun así, por mucho que te esfuerces en hacerte consciente de tu identidad, hay algo dentro de ti que sigue diciéndote que eso no es del todo cierto. Que solo eres Faustina Crayle en un sitio y en un momento dados. Que podrías haber sido cualquier otra persona. Eso es lo que hace la vida tan ilusoria, el sentido de tu propia irrealidad...
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