Mujercitas

Como The Spread Eagle le pagaba un dólar por columna por sus "bazofias", como ella llamaba a sus historias, Jo se sentía una mujer de posibles y escribía tantos relatos románticos como era capaz.

Los que están abajo no temen caer
ni les pierde el orgullo.
Los humildes tienen siempre a Dios por guía.
Me contento con lo que tengo, sea mucho o poco.
Señor, haz que esté contenta aunque muera de hambre
para poder recibir tu salvación.

¡Bah! Tú eres una chica y lo haces de broma, pero no consentiré que ningún hombre me zarandee.

Sé por experiencia propia que en un hogar sencillo, en el que se trabaja para ganar el pan, se puede ser muy feliz, y que sufrir pequeñas privaciones ayuda a valorar más lo que se tiene.

¡Qué listo! Fue a cuidar de papá y te ofreció su ayuda para engatusarte y obtener tu favor.

¡Qué daría por no tener corazón! ¡Duele tanto -dijo Meg con un suspiro, tras unos segundos en silencio.

Abrázame de nuevo; la verdad es que me ha gustado -contestó Laurie con una expresión pícara que llevaba dos semanas sin emplear.

¡Oh, no! No debía actuar de este modo. ¡Qué barbaridad!

Ser independiente y ganarse la admiración de sus seres queridos eran sus dos máximas aspiraciones en la vida y, aquel día, sintió que había dado un primer paso hacia su feliz objetivo.

Laurie y ella no paraban de hacerse señas y hablar en clave, hasta el punto de que las muchachas los dieron por locos.