Aquella mano, en la que se fijaba mi atención, con sus extraños adornos, se apoderó de mi ya medio aterrorizada imaginación. Transmitía incluso más de lo que acabo de decir: sentía como si hubiera podido cogerme con unas garras afiladas y, como la picadura de una fascinante criatura al acecho, clavarme un aguijón directamente en el corazón.
|