Cuatro damas del misterio de Louisa May Alcott
Aquella mano, en la que se fijaba mi atención, con sus extraños adornos, se apoderó de mi ya medio aterrorizada imaginación. Transmitía incluso más de lo que acabo de decir: sentía como si hubiera podido cogerme con unas garras afiladas y, como la picadura de una fascinante criatura al acecho, clavarme un aguijón directamente en el corazón.
|