Aquellas mujercitas

Es curioso… cuanto más trato de conformarme con el afecto que recibo, más me parece necesitar. No imaginaba que un corazón podía albergar tanto amor… quiero decir, que podría ser tan elástico y no terminar de llenarse nunca.

—¿No te parece que remamos muy bien juntos?
—Lo hacemos tan bien que desearía que fuésemos siempre en el mismo bote. ¿Te gustaría, Amy?

El corazón humano es curioso y contradictorio, y el tiempo y la naturaleza influyen en él aun en contra de nuestra voluntad.

Solo el amor vence a la muerte.

Desechar todos los regalos que nos brinda la vida porque no nos da el que queremos es una mezquindad.

llegó a la conclusión de que la política era tan desagradable como las matemáticas y que los políticos parecían no hacer nada salvo insultarse los unos a los otros.

El verano pasado solía decir que eran mis pájaros. Mamá decía que le recordaban mucho a mí porque no paran de moverse, les gusta estar junto a la orilla y siempre andan cantando alegremente. Tú eres la gaviota, Jo, fuerte y salvaje, enamorada del viento y de las tormentas, capaz de adentrarse en el mar y vivir feliz en soledad. Meg es la tórtola y Amy es como las alondras que describe en sus cartas, siempre intentando remontarse por encima de las nubes, pero cayendo finalmente en el nido.

¡Si sirviese de algo, daría la vida por ti! Quisiera que no fuese tan difícil. No puedo hacer nada. Nadie puede enamorarse a voluntad de otra persona.

La mente de Jo era más madura que su corazón y prefería los héroes imaginarios a los de carne y hueso.

Siempre es preferible responder con un beso a una bofetada