El último mago

Podría haber construido su vida con ilusiones, pero su muerte sería su mejor truco, porque por primera vez no habría engaños. Por primera vez, solo sería la verdad.

Las personas hacen cualquier cosa cuando el miedo guía sus corazones.

El control no está en absoluto relacionado con el miedo. El control se trata solo de hacerles creer que seguirte fue idea de ellos.

El arrepentimiento era para personas que arrastraban su pasado a todas partes.

Las personas suelen pasar por alto lo que está justo delante de sus narices.

Los mentirosos se convierten en los mejores magos, y resultaba que él era excepcional.

A diferencia de la magia natural, cálida y viva, la Brecha parecía hielo. Se sentía como desesperación y podredumbre. Era magia perversa, poder corrompido por rituales y amplificado por la energía que drenaba.

—¿Qué es tan gracioso? —preguntó August, poniéndose de pie.
—¿Cuál es la comida preferida de un Sunai?
—¿Cuál?
—La oración.
August se quedó mirándola.
—¿Entiendes? Porque es el alimento del alma…

En otra época había amado aquella ciudad. En sus calles sin ley, un niño podía llegar a ser cualquier cosa…y él lo había conseguido. Pero al final, la ciudad no había sido más que una cárcel. Lo había engendrado y lo había convertido en el hombre que era, y ahora lo mataría de todos modos.

-No soy un santo, Estrella. Soy un empresario con multiples propiedades, con empleados que dependen de mi, con personas en este vecindario cuyo respeto me he ganado. Me gustaría continuar siendo ese hombre. Siempre he sido ambicioso, tal vez demasiado ambicioso para la vida que me tocó al nacer. Si la orden cae, eso es bueno para mi, para mis negocios. Para mis perspectivas de futuro en esta ciudad. Si soy yo quien acaba con la Orden, la gente estará agradecida y cosecharé los beneficios. No cabe duda de eso, y estaría mintiendo si no lo admitiera