Veinte líneas por día

Muy buen libro. Como integrante del grupo OuLiPo Mathews aplica una restricción para promover la escritura creativa. Este libro es un ejercicio sugerido por el decimonónico Stendhal: escribir al menos veinte líneas por día, buenas o malas, pero escribirlas sin importar el tema. Lo que ha logrado es genial. Mathews llenó un cuaderno de sesenta páginas con una escritura que se desliza entre el diario, la confesión, la crítica y el experimento literario. Como ocurre por lo general con escritores del OuLiPo, su escritura es muy personal, necesariamente arbitraria, siempre recursiva. Se trata de una escritura que se pliega sobre sí misma como un bucle algorítmico. Es allí donde emerge el componente matemático del OuLiPo, en el infinito que se genera cuando un sistema reglado desarrolla un metasistema. En este libro, Mathews pone en evidencia que las reglas extrínsecas no reducen sino que amplifican la poesía intrínseca del escritor. En los intersticios del Mathews ansioso, deprimido, alcohólico, reservado, reflexivo, la poesía narrativa desborda en una elegante desmesura. Queda al descubierto el secreto a voces de la literatura universal: todo es maravilloso, desde lo trivial hasta lo extraordinario, sólo hay que afinar un poco la percepción.