Historias casi ciertas

Ante el primer altercado, volaba a la velocidad de la luz y con certera puntería un chancletazo.

Hoy entiendo que Dios nos encargó una tarea: la misión de ser felices, de florecer sin importar el barro en el que nademos.

Esto que les voy a contar es un secreto, por favor, no lo vayan a divulgar. No solo porque nadie les creería, sino porque me van a hacer quedar como un pelotudo.
Cuando era pibe conocí el infierno y no es como dicen.

Es mi consejo... a todo joven y viejo.... que si ha de usar drogas recreativas, no las combine nunca con puré de batata. A menos que sepa que la va a sacar barata.

El rumor nos expuso y esos seres se transfiguraron en una horda que se nos vino encima por el túnel como una plaga de insectos voraces, o como los murciélagos en una cueva después de gritar.

Sabía que su amigo lo estaba intentando ayudar a olvidar, al menos por un rato, lo inolvidable, y un gesto de amistad así no se desprecia.

La criatura arrancó la última membrana del techo y pude verle el rostro por un breve instante. Fue la cosa más espantosa que jamás han presenciado mis ojos, un tormento que nunca dejó de acompañarme. Su pelo largo, apetrolado y aceitoso caía por detrás de sus deformes orejas; su cabeza enorme apenas pasaba por el agujero; su sonrisa infame existía solo en la naturaleza de las cosas que son imposibles de entender para el humano, parecía tener mil dientes, todos parejos, filosos y muy blancos, mas al mismo tiempo no tenía ninguno.