Vladimir

En “Vladimir” tenemos como protagonista y narradora de la novela a Guinea, profesora de Universidad que una serie de altercados en los que se ve involucrada en la Universidad en la que trabaja la obligan a exiliarse hasta Argentina.
Guinea, a pesar de tratarse de una huida, al principio se toma esto como una manera de volver a empezar; pero una vez llegada a Argentina', todo aparato eléctrico deja de funcionar dejando así al mundo abandonado a su suerte por los mandatarios y sumido en un verdadero caos en el que sobrevivir. Y es aquí, en este mundo loco donde nuestra protagonista conocerá a Vladimir.
“Vladimir” se trata un homenaje con inversión de papeles de la famosa novela de Vladimir Nabokov “Lolita”.
Leticia a través de una prosa y unos sucesos muy bien cuidados nos irá contando todas las inquietudes de Guinea.
Guinea se trata de un personaje cuidado al milímetro y tremendamente humano. El hecho de que la novela esté narrada en primera persona por Guinea, nos da la oportunidad de acercarnos un poco más a ella.
Lo más destacable de esta novela en mi opinión es la verdadera dificultad de simplificar la trata en unas pocas palabras ya que dependiendo del lector y del momento en el que se encuentre, puede darle a la novela múltiples enfoques.
A pesar de considerar que estamos frente a un libro muy cuidado y que podría ser un libro muy interesante, a mi no ha terminado de engancharme ni entretenerme. Creo que esta multitud de posibles resúmenes y el hecho de que Guinea no me ha caído bien, han hecho que no disfrutara todo lo posible de la novela.

‘Vladimir' es una de esas novelas que pueden ser interpretadas de mil maneras, aunque todos leamos lo mismo. ¿Es una novela distópica? ¿Es una historia sobre el deseo? ¿es un thriller? A ratos, si a todo.
 
Leticia Martin realiza en ‘Vladimir' una reescritura de ‘Lolita' a la que rinde homenaje a la novela y su autor desde el propio título, ya que Vladimir será el chico de trece años con el que la protagonista, una mujer adulta, centre su deseo. Porque si, Martin reescribe, pero hace un trabajo de inversión de papeles, siendo en este caso la mujer la que ejerza un abuso de poder y seducción ante un menor. En cualquier caso, esta novela también tiene mucho de original.
 
Una historia de huida y supervivencia, donde conocemos a la protagonista montada en un avión a punto de aterrizar en Argentina, tierra de donde sus padres emigraron y donde ella apenas ha puesto los pies hasta ahora, ya que ha vivido siempre en Estados Unidos donde trabajaba como profesora de universidad hasta que sale a la luz su relación con un alumno.
 
Sin embargo, Guinea apenas comienza su huida, exilio casi, su nuevo comienzo forzoso cuando estalla el gran apagón y prácticamente todo el mundo queda de un momento para otro sin energía. ¿Qué hacer sin móviles, sin electricidad, sin internet… en este mundo hiperconectado? En medio del caos, Guinea conoce a un hombre que le abrirá las puertas de su casa donde vive con su hijo adolescente, hasta que todo pase.
 
Completamente incomunicados de un “fuera” cada vez más peligroso, donde las personas, completamente abandonadas por el gobierno y las instituciones, harán lo que sea para sobrevivir, los protagonistas vivirán un encierro donde los nervios estarán a flor de piel, la urgencia los lleva a extremos y donde se plantea como los instintos pueden aflorar bajo cualquier circunstancia. Un ambiente absolutamente asfixiante donde la tensión crece y crece hasta explotar al final.
 
Para mí, el pilar de la novela es lo bien construido que está el personaje de Guinea, a través de cuya perspectiva se nos cuenta la historia. Así, sin llevar a ser un narrador no fiable, en todo momento hay algo en ella que te hace permanecer alerta. Cada suceso y recuerdo (se explora bastante la relación que tuvo en el pasado con su alumno) es contada por alguien que lo vivió, es así, un punto de vista subjetivo y sesgado. Además, Guinea no destaca precisamente en la autocrítica, cuando un pensamiento le es molesto, parece agitar una mano para espantarlo como una mosca. Y bueno, ahora tiene la excusa de poder centrarse en sobrevivir y dejar eso para más adelante (o nunca). Pero como lector es fácil pararse y pensar, ¿por qué en una situación así no se preocupa por nadie (familia, amigos, allegados…)? ¿Es tan fría como parece? ¿Qué quiere realmente esta mujer? 
 
Una novela que me ha fascinado por la capacidad de la autora de hacer tanto en tan pocas páginas. Una novela directa, con escenas sutiles donde prima lo que no se dice y otras incomodas y violentas escritas de una forma que te es imposible soltar el libro.  Donde se plantea una trama controvertida y que remueve, pero que sobre todo te hace hacerte preguntas. En una ambientación apocalíptica, que te pone del revés por lo sumamente plausible que es y que multiplica por cien la angustia de quien lee y que da pie a la autora para hacernos reflexionar sobre la dependencia actual a la tecnología, los roles de género asignados en la sociedad, crítica al sistema capitalista, entre otros melones no pequeños.

A veces, un libro no tiene que ser extenso y complejo para contarnos una buena historia. de hecho, hay libros que son auténticos ladrillos que acaban pasando por nuestra vida como si nada. Por otro lado hay libros breves, de apenas 200 páginas, que acaban contando una historia profunda y no carente de complejidad. Y es que en muchas ocasiones, lo importante de una historia no es contarlo todo, si no saber qué contar y sobre todo, como contarlo.

Y este el caso de “Vladimir”, una novela de apenas 170 páginas que plantea dos dilemas llenos de complejidad y matices. Por un lado, tenemos los deseos de una mujer que se siente atraída por hombres bastante más jóvenes que ella, y por el otro lado el desmoronamiento del mundo tal y cómo lo conocemos. Leticia Martin une estos dos temas de manera magistral danzando entre presente y pasado, entre lo personal y lo colectivo, construyendo una especie de “Lolita” de Nabokov pero desde el punto de vista femenino.

Tres personajes forman el hilo argumental de la novela. Guinea, la protagonista, una mujer que intentando huir de su pasado decide comenzar una nueva vida en Argentina; Rostov, un hombre que acoge a Guinea en su casa tras el apagón que acaba de sufrir el país y que deja a la población incomunicada y sumida en el caos, y Vladimir, el hijo adolescente de Rostov, que reabrirá las heridas del pasado de Guinea y sacudirá su mundo interno.

Estos personajes formarán un triángulo inquietante, ya que están muy bien construidos y sus diálogos son mordaces y sutiles, al igual que sus silencios. Leticia Martin demuestra una gran capacidad para retratar los deseos y ambiciones de los personajes, así como su adaptación a un mundo que se sume en la oscuridad

Pero como dije antes, lo que destaco por encima de todo es la capacidad de la autora de enlazar dos temas tan complejos de forma sublime. Esa manera única de hacer de lo personal un mundo y de hacer el mundo algo personal hacen de esta lectura toda una reflexión tanto a nivel personal como social, siendo un análisis breve pero intenso de la naturaleza humana.

Guinea es una profesora de universidad que debe abandonar Estados Unidos tras salir a la luz la relación que mantiene con uno de sus alumnos. Decide entonces empezar una nueva vida en Buenos Aires sin saber que el momento en el que ha decido hacerlo va a coincidir con un desastre sin precedentes que llevará al límite a la especie humana y pondrá a prueba su instinto de supervivencia.

"Parecemos civilizados porque hablamos y argumentamos, nos movemos erguidos, sabemos lenguas, estudiamos ciencias, leyes, pero en verdad solo estamos intentando no matarnos, como estos animales de la ciudad y las bestias salvajes. Somos idénticos a esos perros de fuerzas desiguales a la hora de asegurarnos la subsistencia y la comida".

Sin batería en su teléfono móvil y sin posibilidad alguna de acceder a la red, se encuentra perdida en una ciudad que desconoce porque no había regresado allí desde que era una niña. El apagón que se produce justo cuando aterriza su avión no parece tener remedio a corto plazo y debe buscar un medio de transporte y un lugar en el que pasar unas horas hasta que todo vuelva a la normalidad porque, aunque antes de viajar había reservado su alojamiento, ahora es incapaz de acceder a la reserva y a la dirección del apartamento al haber caído la red. Es entonces cuando Rostov detiene su vehículo junto a ella y le ofrece su ayuda.

Lo que iba a ser un refugio momentáneo hasta resolverse las complicaciones derivadas del inoportuno apagón, se convierte para Guinea en el techo que la mantiene a salvo del caos que empieza a tomar las calles y la demencial deriva que están tomando los acontecimientos. Rostov comparte su humilde casita con su hijo Vladimir, un preadolescente serio a ratos muy adulto, a ratos muy niño, como corresponde a su edad. Y es aquí donde Guinea se descubre a sí misma repitiendo errores del pasado, sintiéndose atraída por el jovencísimo Vladimir e iniciando una especie de juego de seducción sutil enmarcado en un escenario apocalíptico desconcertante y peligroso.

"La oscuridad nos anticipa lo que pasará con nosotros tal vez antes de lo que esperamos".

La tensión velada que vive junto a ellos tres y dos perros en la casa se va haciendo cada vez más sólida a través de pequeños detalles. Situaciones y decisiones que van arrastrando a los personajes al estado de alerta y supervivencia, a la defensa de su refugio y al instinto primario de mantenerse con vida. Los desacuerdos entre Rostov y Guinea que la aproximan a Vladimir, los intentos de Rostov por acercarse (tal vez demasiado) a Guinea cuando ella está secretamente interesada de un modo que roza lo obsesivo con Vladimir, el peligro latente que percibimos en la presencia de los perros, el miedo a los asedios, la falta de alimento... La situación que se fragua en la casa transmite al lector una incomodidad que va en aumento hasta desembocar en un final explosivo.

Vladimir es una novela breve a través de la que Leticia Martin consigue sumergir al lector en un transcurrir del tiempo contradictorio; la deriva acelerada de la apocalipsis que se vive en las calles frente a una especie de ralentí en la vida diaria de los protagonistas en la casa. Cómo Guinea se diluye en la cotidianidad de ese hogar ajeno hasta formar parte de ella y lo rápido de la asimilación de las rutinas existentes y la creación de otras nuevas de las que formar parte nos transmiten esa necesidad de normalizar nuestro día a día cuando el orden conocido se derrumba.

Esta es una de esas novelas que, por su brevedad, corremos el riesgo de devorar de un bocado y que requieren que nos tomemos un tiempo para paladearla como merece. Se reconoce en ella esa Lolita de roles invertidos, pero va mucho más allá, acelerando todos los tiempos a través de la distopía y generando la incomodidad lectora resultado de convertirnos en voyeurs no solo de la tensión sexual entre Guinea y Vladimir, sino también de las relaciones entre todos los personajes y sus dinámicas, generando todo tipo de sensaciones que no hacen más que poner de manifiesto el talento de la autora para, en muy pocas páginas, crear una historia redonda cargada de significado.

"Ninguna de las demás opciones reemplaza la que mi cuerpo desea. La electricidad no puede desaparecer. La electricidad que sentí en mis venas ya vive en mí, y solo hay un modo de extirparla".

Leticia Martin es narradora, poeta y crítica cultural. Obtuvo la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación (UBA) y el Posgrado Internacional en Gestión Cultural y Políticas de Comunicación (FLACSO). Publicó el libro de ensayos Feminismos (2017), y las novelas El gusto (2012), Estrógenos (2016), con edición española (2019), Topadoras oxidadas (2019) y Un ruido nuevo (2020), con ediciones en Uruguay (2021) y en España (2022). También es autora de una serie extensa de libros de poesía. El volumen de cuentos titulado Todo lo que no es boca en mi cuerpo grita aparecerá próximamente en Argentina. Con Vladimir (2023) ha ganado el I Premio Lumen de novela.
Enlace: https://lacopela.blogspot.co..

Vladimir es una novela provocadora, perturbadora e irreverente. Aparenta un thriller erótico pero nada más lejos de la realidad.


Desde que había visto esta novela, sentía cierta atracción por ella porque me pareció que su autora, Leticia Martin, un tanto osada al abordar el deseo de una mujer madura por un adolescente, algo mucho más "normalizado" en la literatura cuando quien lo hace es un hombre.


De primera mano Guinea una mujer de origen Argentino y afincada en los EEUU reflexiona sobre los motivos que la han llevaso a huir y el escándalo que supuso su relación con uno de sus alumnos menor de edad. Sin embargo, no veo que se arrepienta sino más bien fustración por haber sido descubiertos. A su llegada a Buenos Aires se encuentra con un apagón general y una serie de circunstancias  hacen que termine alojándose en la casa de un hombre y su hijo adolescente, Vladimir. 


Ese apagón global deja al mundo sin energía ni alimentos lo que conlleva al hambre y la desolación, y éstas a su vez producen la necesidad de encontrar comida haciendo que se recurra a la violencia con asaltos, saqueos y asesinatos. Son constantes las alusiones y reflexiones sobre nuestra excesiva dependencia eléctrica y tecnológica.


Por todo ello, deben permanecer en el interior de la vivienda, repartiendo los excasos víveres que les quedan y compartiendo tareas y el limitado espacio. al mismo tiempo  Guinea comienza a sentir un poderoso deseo por el adolescente, pero también se observa su constante lucha contra sí misma, intentando reprimir esa atracción e intentando huir de ella. Sin embargo esta es cada vez más poderosa, más instintiva como todo lo que rodea a la novela.


A lo largo de esta lectura, he sentido que la autora con su prosa audaz y su perturbador lenguaje ha estado jugando todo el tiempo conmigo. Por un lado me presenta un escenario caótico con una ambientación increíble en la que me he sentido imbuida y, lo peor, que es posible, pero por el otro me ha peemitido acceder a la conciencia de una mujer adulta que siente un deseo extremo por un niño y que se desprecia por ello pero a la vez es débil. 


He sido testigo muda de algo reprobable, repulsivo pero al mismo tiempo apela por mi comprensión y empatía hacia ella. Si lo ha conseguido o no me lo reservo pero que no he salido indemne de este libro, eso te lo aseguro.