El paisaje se ha transformado en un ente complejo en el que se desarrolla el drama de la vida y del que yo formo parte.
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El paisaje se ha transformado en un ente complejo en el que se desarrolla el drama de la vida y del que yo formo parte.
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El paisaje influye directamente en nuestros pensamientos y los conforma.
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Nuestra percepción del paisaje suele ser muy deficiente, en parte por la endeblez de nuestra visión y en parte porque proyectamos en él sentimientos y cargas emotivas según nuestros estados de ánimo o porque vemos lo que nos han hecho apreciar los artistas e incluso las guías turísticas. Pero, sobre todo, nuestra percepción es deficiente porque lo que vemos suele yacer sepultado bajo siglos de palabras y etiquetas humanas. ¿Por qué creer que las palabras revelan más que los olores, ruidos y emociones que perciben los animales? Es muy posible que ellos lean signos que se han vuelto invisibles para nosotros, tan empeñados en olvidar nuestra condición de animales.
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A diferencia de otros seres vivos, los humanos nos esforzamos por ocupar nuestro tiempo en miles de tareas, quizá porque es una manera de anestesiarnos contra su inexorable discurrir.
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El tiempo es una imagen móvil de la eternidad, escribió bellamente Platón. Todos los seres humanos experimentamos cómo se nos escurre el tiempo entre los dedos, sensación que se acrecienta preocupantemente a medida que envejecemos.
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El proceso de avance y retirada de las olas por efecto de las mareas compone, además, hermosos e intrincados dibujos en la arena, convirtiendo cada playa en una fascinante exhibición de efímeras obras de arte, perpetuamente creadas y destruidas por el mar.
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Aunque tendemos a pensar que el paisaje nos afecta más cuando estamos inmersos en él, cuando podemos verlo y tocarlo, también están los que permanecen en nuestra memoria y perduran en nosotros por muy lejos que nos encontremos de ellos. Estos son quizá, los paisajes en los que realmente habitamos y en los que incluso podemos llegar a encontrar consuelo en momentos de aflicción, por muy deformados que estén por el tiempo y desgastados por la distancia.
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Caminando experimentamos el mundo en nuestros cuerpos, con todos los sentidos. Al andar aprehendemos el paisaje y permitimos que este se apodere de nosotros.
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El retrato de Dorian Gray