Barrio de versos

Cuando estoy pensando en cómo hablaros de este poemario, en esta mañana menstrual donde tengo los sentimientos a flor de piel y me temo que me va a salir algo muy ñoño, me salta una alerta en el móvil sobre un artículo periodístico que habla de “nuevas masculinidades”. EL artículo narra esa manera en la que el sistema patriarcal que nos rodea ha enseñado a los hombres a ser hombres. Esos clichés que determinan que, para serlo, para ser un “macho” deben huir de todo aquello que “sea femenino”: huir de las lágrimas (los hombres no lloran) huir de lo sensible (no seas nenaza), huir de expresar lo que sienten (eso es cosa de mujeres) alimentando la idea de desigualdad entre los fuertes y las débiles, fomentando la idea de que la débil necesita a un fuerte a su lado y haciendo que los hombres, por eso de encajar y ser lo que se espera de ellos, sigan ajustándose a esos patrones que les perjudican a ellos directamente y al resto de la sociedad de rebote. El artículo en cuestión habla sobre un Máster en masculinidades y dice, entre otras cosas, que las nuevas generaciones están alejándose de estos pensamientos erróneos y nocivos, pero que aún hay muchos hombres (yo añado: y mujeres) que se aferran a estas ideas.

Y al final, después de leer este artículo y releer (por tercera vez) algunos de los poemas de Alejandro, creo que, efectivamente, no todo está perdido y sí hay aires de cambio en las nuevas generaciones. Este poemario lo demuestra.

Alejandro nos regala en este libro sus sentimientos más íntimos sin temor a abrirse en canal para mostrarnos esas debilidades humanas. Crea unos poemas sensibles, dulces y sinceros que me han emocionado muchísimo, quizá porque en muchos de ellos hay una identificación que no sabría muy bien explicar a qué se debe.

Respecto a los temas en torno a los que giran estos poemas diré que son variados. Hay homenajes y reconocimientos a personas de su vida, hay versos que aluden a las pérdidas y al desconsuelo y pesimismo al que nos arrastran, hay recuerdos de una infancia que se fue pero de la que aún quedan vestigios en el adulto que es o pretende llegar a ser.

Y enlazando una cosa con otra me pregunto una cosa y me reafirmo en otra. Me pregunto: ¿Es necesario ser poeta para ser sensible (para permitirse serlo) si eres hombre? Me reafirmo, por el poemario y por las conversaciones con su autor: Alejandro es Poeta y portador de esa nueva masculinidad que quiero para los jóvenes y niños que están y que vendrán.