Cinco denuncias de desaparición tienen a la policía francesa en jaque, casi todos los jóvenes desaparecidos son extranjeros y la pista de todos ellos se pierde en Banon, un pueblecito de la Alta Provenza. El comisario Laviolette es enviado a esa pequeña y rústica localidad en busca de respuestas y lo que encuentra es un montón de cadáveres, odios añejos, supersticiones antiguas y una cerda de 180 kilos llamada Roseline que se convertirá en su mejor aliada. Para los que leemos mucha novela policíaca es gratificante encontrar originalidad en una novela de este género y eso es lo que he encontrado en esta lectura y además, en muchos aspectos de la misma. Fue publicada en 1978 y en conjunto es un crimen de corte clásico. La narración es fluida y ligera pero con un tono jocoso tanto en diálogos como en reflexiones de los personajes que resulta peculiar al principio de la lectura y luego muy divertida. Un ritmo bastante rápido y muchos diálogos logran que se lea en un suspiro. En cuanto a la trama, el autor combina luz con el humor permanente y oscuridad en un conjunto de personajes que tienen mucho que ocultar. Rivalidades, infidelidades, avaricia, celos, superstición y lo macabro de la muerte se unen creando un suspense permanente que desemboca en una buena resolución, totalmente inesperada en mi caso. Un punto fuerte es la ambientación, la novela se desarrolla en su totalidad a finales de los años 70 en los días previos a la Navidad en Banon , un pueblecito de unos 900 habitantes de la Alta Provenza donde sus pobladores se dedican a la agricultura, la ganadería y sobre todo de la recolección de trufa. El autor nos lo presenta todo como en una novela de corte costumbrista, el carácter especial de sus gentes, su modo de vida, las descripciones de lo cotidiano son perspicaces y los detalles sobre el lugar no caen en lo minucioso pero sí logran transportarnos a ese pueblecito encantador que sin embargo llega a darnos escalofríos. El mosaico de personajes es seductor en su conjunto para el lector, personas que se mueven por sus pasiones y encontramos un poco de todo, incluso la cerda Roseline, una joya encontrando trufas y que a la postre resulta esencial en la resolución del caso. Y por supuesto el comisario Laviolette que me ha gustado muchísimo, un hombre tranquilo, reflexivo y muy observador pero al que cuando se le mete una idea en la cabeza se vuelve ansioso, todo tiene que ser ya, de inmediato (me ha recordado a mi padre), me he divertido con él, con su manera de investigar y con sus ocurrencias. CONCLUSIÓN "Trufas para el comisario" de Pierre Magnan es una buena novela policíaca con un misterio bien llevado y resuelto satisfactoriamente, con una narración peculiar que resulta divertida y original y con un policía protagonista que me ha gustado mucho. Sin duda os recomiendo que descubráis al comisario Laviolette, estoy segura que lo pasaréis muy bien acompañándolo en su investigación. Enlace: https://huellalibrosicc.blog.. + Leer más |