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Las mejores frases de La sonrisa de John Coltrane (2)

RoxanaSanta
RoxanaSanta 26 December 2020
Se le antojó que el aeropuerto José Martí era el mismísimo mártir de la patria, tumbado boca arriba —justo como murió en Dos Ríos, de cara al sol—, y que miles de amebas desperdigadas corrían furiosas hacia su interior cruzando las puertas de acceso. Parásitos que en su mayoría abandonaban la patria, como les llamara el Padre de todos en sus agónicas invectivas. Hugo era un parásito más que buscaba alojarse en el mártir que yacía boca arriba. Un parásito que abandonaría su hábitat natural para volar a otro cuerpo que aguardaba a una distancia de noventa millas, hasta enquistarse y conocerle las entrañas.
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RoxanaSanta
RoxanaSanta 26 December 2020
Permaneció un rato sentada, meditando. Cerró el poemario en la misma página en que lo abrió. No podía leer. Otra vez pensó en la justificación que le había dado el padre por haberla abandonado. ¿Qué habría sucedido si en los comienzos de la Revolución, la cámara fotográfica de la historia hubiese emitido un flash y aquellos años se hubiesen detenido de la misma forma que se detienen nuestras vidas en la imagen de una fotografía? ¿Se habría marchado el padre culpando al régimen de su país? Es probable que su padre se hubiese marchado, pero se habría tenido que inventar otra excusa por haberlo hecho y casi seguro Paola, como la mayoría de los de su generación, habría tiritado de melancolía por aquellos barbudos que inundaron de sueños a su país (las mejores fotografías son aquellas en las que las historias que se cuentan concluyen prematuramente). Paola habría quedado excluida de la gran fotografía de la generación de sus padres y eso le habría producido nostalgia.
Muy a su pesar, lo sentía como el único vínculo que le ataba a su padre. Era la gran fotografía que les unía, su gran fotografía, de la que su padre se había borrado y en la que ella vivía como una imagen fija, con gesto serio y perdido, pero a la que evitaba mirar porque no la consideraba una buena fotografía. Le era indiferente, porque la fotografía que atraviesa nuestras vidas durante tanto tiempo se vuelve impasible, detestable, por eso no la mantenía doblada ni conservada en ningún rincón cercano a su viejo saxofón.
Paola también ansiaba salirse de la fotografía en la que el arco de la Historia la había enmarcado. Anhelaba hacerla añicos como acababa de hacer minutos antes con la de su padre, pero le resultaba imposible, porque era aquella una inmensa y bella fotografía que no pertenecía a los hombres, sino a la Historia.
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