Las ciudades evanescentes: Miedos, soledades y pandemias en un mundo globalizado

Hemos cambiado lo importante y transcendente por lo llamativo. Pasamos de una sociedad sólida de valores sólidos a otra líquida en la que nada permanece: ni ideas, ni sentimientos, ni palabras. Esta insustancialidad irritante mermó nuestra valentía como ciudadanos, nos dejamos envolver por la nube narcótica de un cierto bienestar. No defendimos con fiereza nuestra sanidad pública ni peleamos por los derechos, tampoco por
los barrios y las personas. Entregamos la victoria a los
depredadores.

Solo queda un esfuerzo más: no olvidar jamás quiénes fueron los imprescindibles y quiénes son los impostores.

En un mundo gobernado por los algoritmos, los mediocres y las máquinas son imprescindibles la imaginación y la rebeldía.

Alcanzadas ciertas cumbres de resiliencia, la edad se convierte en un motivo del que sentirse orgulloso, no en un desperfecto.

Detrás de cada crónica, de cada reportaje publicado,
hay decenas de textos nunca escritos que forman parte de un relato secreto. Se llama vida, y es uno de los privilegios de ser periodista

La primera revolución es negarse a entregar el significado de las palabras.

Conversar desde el silencio genera incomodidad hasta que se aprenden los códigos. El silencio es un idioma universal que permite entenderse desde la mirada y la emoción. Estar en silencio es un privilegio en una sociedad atolondrada que parece demandar bulla para no sentir su vacío.

La imaginación es un viaje que requiere talento, concentración y disciplina. El paisaje que nos alimenta y sostiene nace de un interior plagado de vivencias evocaciones de la infancia.

La felicidad consiste en encontrar el lugar en el que uno se siente mejor como extranjero

Nunca habíamos sabido tanto de nuestra ignorancia