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Antonio Sáez Delgado (Traductor)
ISBN : 8439730179
320 páginas
Editorial: Random House (17/09/2015)

Calificación promedio : 3.5/5 (sobre 1 calificaciones)
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Críticas, Reseñas y Opiniones (1) Añadir una crítica
Guille63
 22 March 2023
“Nada a no ser de vez en cuando un escalofrío en los árboles y cada hoja una boca en un lenguaje sin relación con las demás, al principio ceremoniosas, dudaban, pedían permiso, y después palabras destinadas a ella y de las que se negaba a entender el sentido, cuántos años hace que me atormentan, no tengo que darles explicaciones, suéltenme…”

Voces, las que oye Cristina, interna en una clínica psiquiátrica de Lisboa, y que la instigan a escribir un libro cuatro décadas después de lo vivido durante su infancia en la guerra civil de Angola (unas voces que también, como Lobo Antunes ha confesado más de una vez, le dictan a él sus novelas). Voces que se mezclan en su cabeza, superponiéndose, interrumpiéndose, profundizando unas en el discurso de las otras, contradiciéndose a veces, puntualizando otras, la de su madre, que llegó a Angola procedente de Portugal para trabajar de “corista”, la de su padre, que no es su padre, de raza negra y antiguo cura, torturador en la "Comisión de las Lágrimas", voces que enmarañan pasado y futuro en un presente continuo, que confunden lo verdadero con lo imaginado, lo real con lo soñado o intuido, en un incesante y confuso discurso que no se sabe si responde a la locura o la lucidez.

“…la chica que no dejaba de cantar mientras le pegaban, la levantaban con un gancho, la dejaban caer, se oían sus encías contra el cemento y ella cantando con las encías, una bala en el vientre y cantaba, una bala en el pecho y cantaba, incluso sin nariz y sin lengua, y la nariz y la lengua sustituidas por coágulos rojos, seguía cantando, creyeron callarla con un revólver en el corazón y los arbustos del patio temblaban, me pregunto si en lugar de los arbustos eran mis manos que no encontraban reposo…”

Los tiempos, las voces, se van sucediendo sin aviso, una frase es iniciada por la madre y los abusos de los que fue objeto en Portugal y terminada por la hija en su presente de clínica tras la irrupción del padre con sus venganzas durante el conflicto bélico por las humillaciones recibidas. Todo el texto es un flujo continuo de pensamientos que nos puede sonar al Faulkner más oscuro y que a mí me recuerda también a Thomas Bernhard: ambos escriben de forma torrencial y obsesiva, ambos mantienen sus letanías, sus numerosas repeticiones a lo largo de toda la narración, y si bien el estilo de Lobo es, a diferencia del de Bernhard, entrecortado y caótico, es igual de hipnótico.

“…qué extraño el cuerpo y los caprichos del cuerpo, tantos chismes dentro, glándulas, bilis, odio, mientras nosotros simples, media docena de deseos, media docena de recuerdos…”

También Antunes, como Bernhard, recrean en cada novela su personalísimo e inmediatamente identificable universo que hay que leer como se escucha una canción de su (y mi) admirado John Coltrane, siguiendo su fraseo de palabras que, como a disgusto con su suerte, parecen haberse mudado a otro párrafo que parece estar buscando su sitio entre otros párrafos con los que, aunque no mantiene un orden lineal, comparte la animadversión por los adjetivos, la economía de verbos y el gusto por la musicalidad, el ritmo sincopado y los elocuentes silencios.
“… no es que no me apetezca escribir esto mejor, es que tengo demasiadas cosas hirviéndome en la cabeza…”

No me extraña en absoluto que críticos y escritores como Antonio Orejudo hablen de guirigay inexpugnable al comentar la novela. Entiendo perfectamente que muchos lectores abandonen en las primeras páginas, a mí mismo me costó terminar el último tercio de este texto exigente, agotador, incluso excesivo en sus machaconas y obsesivas letanías. Aun así, y hasta ese último tercio, Antunes logró conmoverme y horrorizarme en su intento por llenar el silencio con el que se quiere rodear muchas veces los conflictos bélicos (“nosotros los negros nacemos para el olvido”), un silencio que se establece incluso entre los miembros de las propias familias que tienen que superar cada uno por su cuenta su guerra particular, mucho más en este tipo de conflictos civiles en los que se aprovecha la situación para dar rienda suelta a revanchas y venganzas por los desprecios y humillaciones sufridos, en los que se ajustan cuentas por rivalidades o simples envidias.

“… si las bocas de las hojas entretenidas con el viento y las voces no me escuchan, tal vez haya dejado de existir y me haya convertido en otras cosa pero en qué cosa…”
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