No me habría puesto estos adornos ni estás vergonzosas vestiduras si no te hubiera visto a la orilla del mar: por ti cedí, por ti llevo la hilaza en la mano, por ti el dulce atabal
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No me habría puesto estos adornos ni estás vergonzosas vestiduras si no te hubiera visto a la orilla del mar: por ti cedí, por ti llevo la hilaza en la mano, por ti el dulce atabal
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Le coloca los vestidos. Entonces le hace relajar el tenso cuello, le hace bajar los hombros fornidos y aflojar los brazos robustos, y somete las greñas a un cierto arreglo, y coloca en el cuello querido sus propios collares
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Toma por el momento estás seguras vestiduras que en nada van a dañar tu ánimo viril. ¿Por qué vuelves la mirada? ¿Qué barrunts tu mirada? ¿Te avergüenza que con este ornato te vayas a ablandar? Por ti, querido niño, por las aguas cuya sangre llevo, te lo juro: Quirón no lo sabrá
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Sobre un canchal se tiende el enorme centauro y el tierno Aquiles se acurruca en su costado, por más que está allí su fiel madre prefiere el pecho al que está acostumbrado
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Antes solía tolerar mis reconvenciones, seguir atento mis instrucciones y no se apartaba de nuestra cueva: ahora ni la Osa, ni el enorme Pelión, ni las nieves de Farsalia le dan abasto
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Habló la madre con argumentos fingidos, y él, en efecto, no se lo habría entregado si hubiese osado mentar al anciano maneras muelles e infamantes ropas
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¿Y no pude, infeliz, cuando las naos retraso cayeron por primera vez en nuestra garganta, encrespar el inmenso mar, perseguir más velas del pirata adúltero con una borrasca?
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Si bien las gestas más ilustres del varón han sido proclamadas en el canto meconio (faltan no obstante las más), querrías (tal es mi deseo) que recorriésemos toda la vida del héroe
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Es un poema épico griego compuesto por 24 cantos, atribuido al poeta griego Homero. Narra la vuelta a casa, tras la guerra de Troya, del héroe griego Ulises