Auschwitz existe, de modo que Dios no puede existir.
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Auschwitz existe, de modo que Dios no puede existir.
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Allá donde viene a faltar la ley, sobre todo, se instaura la ley de la selva, la ley darwiniana, según la cual prevalece y sobrevive aquel que es capaz de adaptarse mejor, que es por lo general el peor individuo, devorando la carne viva del otro.
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Lo que sí se puede y se debe lanzar al pueblo alemán es la acusación de cobardía: los alemanes podrían haber sabido mucho más sobre el exterminio si hubieran querido, si los pocos que lo sabían hubieran tenido valor para hablar; pero esto no sucedió. Los que sabían callaban, los que no sabían tenían miedo de hacer preguntas: ojos, oídos y bocas permanecían cerrados.
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Todos los juicios generales sobre las cualidades intrínsecas, innatas de un pueblo me suenan a racismo.
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El aislamiento lingüístico, en esas condiciones, era mortal. Casi todos los italianos murieron a causa de esto. Porque desde los primeros días no entendían las órdenes, y esto era algo que no se permitía, que era intolerable.
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En medio de tanto infeliz no había solidaridad, no la había. [...] Encontrábamos enemigos, no compañeros.
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El retrato de Dorian Gray