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Crítica de soniagpan


soniagpan
15 April 2020
Mi primer contacto con la novela gráfica ha sido todo un descubrimiento y una experiencia absolutamente enriquecedora. Bien es cierto que la elección de la novela de Harper Lee era toda una garantía: Matar a un ruiseñor es un clásico desde su publicación en 1960 y una de las obras más leídas en EEUU por su mensaje antirracial. No obstante, esta versión gráfica, lejos de restringir o empobrecer el mensaje de la obra original, creo que consigue ampliarlo y renovarlo.

En esta novela gráfica he descubierto la riqueza de significados que aportan las ilustraciones. Los dibujos, de pinceladas sutiles en suaves tonos ocres, ayudan a la construcción de la historia. La viñetas, con un texto muy cercano al original, contribuyen a crear esa atmósfera sureña de la época de la Gran Depresión y además recogen perfectamente el punto de vista de la pequeña narradora, Scout Finch. Sin duda, es una nueva forma de leer, pero con un texto y una historia tan entrañable detrás, supone una experiencia de lectura muy enriquecedora.

Matar a un ruiseñor es una novela de formación, una novela iniciática (Bildungsroman), y este cómic consigue mantener la perspectiva y la fluidez del discurso de Scout, pues todo está enfocado desde la inocencia de la niña. No se trata de una historia donde continuamente ocurran cosas, sino que se cuenta una vida que está despertando, con sus sensaciones y emociones más inocentes. Scout, junto a su hermano Jem y su amigo Dill, son personajes entrañables por su desbordante imaginación (creando verdaderas historias terroríficas en torno a vecinos como Boo Radley), por su pensamiento limpio (no entienden las diferencias entre blancos y negros), por sus desgarradoras experiencias en una escuela rígida, por su inocencia aún no contaminada por la rígida moral de los mayores … Y esas escenas de su día a día, son el grueso de una historia que trata de recrear ese ambiente moral de los estados sureños.
Tan solo, hacia el final, se acelera la trama con la historia de Tom Robinson, que hasta el momento quedaba en un segundo plano en la visión de Scout, pues simplemente era una preocupación que les llega a los niños de mano de su padre. Robinson es un negro acusado falsamente de violación, defendido por el abogado Atticus Finch en un juicio mediático. Cuando llegamos a las escenas finales del proceso judicial, es cuando se despierta el sentimiento de injusticia racial en los niños y se revela abiertamente el mensaje de la novela.


El título, Matar a un ruiseñor, adquiere sentido hacia el final. En un momento, a los niños les regalan unos rifles para disparar pájaros y su padre, la voz de la sensatez, les advierte: “Lo único que hacen los ruiseñores es cantar para alegrarnos. No se comen los huertos ni anidan en los graneros de maíz. Lo único que hacen es cantar para nosotros. Por eso es pecado matar a un ruiseñor.” En otro momento, apunta: «Uno es valiente cuando, sabiendo que la batalla está perdida, lo intenta a pesar de todo y lucha hasta el final, pase lo que pase. Uno gana raras veces, pero alguna vez gana.» Las palabras del padre van calando poco a poco en los niños, a pesar de que la pequeña Scout a veces no las entienda. Junto a ello, la educación recibida por Calpurnia, la criada negra, y el resultado del juicio acaban haciendo a los niños despertar de la inocencia, creando conciencia de la injusticia reinante en una sociedad puritana. Por ello, el mensaje de esta obra siempre permanecerá vigente, pues es un mensaje universal.

Como digo, no es una novela con una trama compleja, de hecho, como toda novela de formación, puede resultar lenta. Lo importante es el ambiente que recrea, tanto a través del enfoque entrañable de la pequeña Scout, como del plus que le da esta versión gráfica. Se dibuja perfectamente el ambiente sureño de la Alabama de los años 30, que recuerda por momentos al Truman Capote de A sangre fría (con el que parece que colaboró la autora), pues comparten ese mismo espacio de la América profunda, donde la violencia está arraigada en las familias. Pero también es la recreación de un tiempo pasado, visto con cierta nostalgia, perfectamente captado en esas viñetas donde está concentrada toda una infancia a punto de romperse.

Sin duda, hay que leer el original de Harper Lee, o volver a ver la muy recomendable versión cinematográfica, protagonizada por Gregory Peck en el inmortal papel de Atticus Finch, pero también hay que atreverse a descubrir esta versión de novela gráfica, porque aporta, complementa y no restringe el sentido del original. Una novela para pensar, pero también para recrearse y saborear visualmente.

Enlace: https://www.librosymas.site/..
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