Cuando empecé a escribir en serio, siguiendo una disciplina, cuando decidí de verdad consagrarme a la escritura, hacía poco que había tenido un hijo. Por entonces, pensaba que no tenía nada sobre lo que escribir, pues la maternidad "solo" suponía algo personal, nada transformador o transcendente y, ciertamente, en modo alguno literario. Fue toda una revelación leer a escritoras estadounidenses como Tillie Olsen o Grace Paley y, más tarde,a la filósofa Sara Ruddick, que ponía todo su conocimiento sobre la maternidad en metáforas acerca de la condición humana, explorando las relaciones infinitamente complejas entre el yo y los otros, entre los deseos ideales y los seres humanos repletos de fallos. Creo firmemente que los relatos de maternidad, de cualquier clase y etapa, deben contarse si queremos abrirnos camino entre la idealización y la demonización.