Saber que podía enamorarme, que me enamoraría y que debía enamorarme me asustaba y alegraba al mismo tiempo.
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Saber que podía enamorarme, que me enamoraría y que debía enamorarme me asustaba y alegraba al mismo tiempo.
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A veces, que te sostenga la persona equivocada es tan malo como caer al vació.
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Corazón solitario, dice. Lo tiene lleno de las personas a las que quiere.
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No tenía un corazón solitario. Estaba desesperado y latía, estaba vivo. |
Sentí que el corazón me palpitaba en el pecho y, por primera vez, vi a Célian no solo como la imagen que él quería dar, sino también como la persona que era en realidad. No estaba roto del todo, pero tenía algunas grietas por las que rebosaba dolor.
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—No puedo enamorarme, Célian, estoy rota. —Bien. Así podemos estar rotos los dos juntos. |
El desequilibrio de poder había pasado a ser personal, degradante y real. Estaba en deuda con un hombre con el que me acostaba, independientemente de las vueltas que Célian quisiera darle. Con un hombre que cada vez tenía más espacio en mi vida y que estaba conquistando los rincones de mi corazón sin reclamarlos. Sin civilizarlos ni nutrirlos.
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La deseaba porque estaba hecha para mí. La envidiaba porque tenía una familia de verdad, o lo que quedaba de ella. Y sentía lástima porque no podía dejarla marchar, y no se me daba bien el amor. Solo el odio, la ira y la venganza. |
Lo que más me asustaba de mi jefe era que podía convencerte para que donaras los órganos a la ciencia mientras estabas vivo. Tenía la extraña habilidad de hacer que la gente quisiera complacerlo, a pesar de que no hacía nada para merecer tal devoción.
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Era totalmente consciente de que aquello no había sido una coincidencia. Mi padre, que era un enfermo mental, pensó que sería buena idea recordarme el día que enterró a nuestra familia no solo poniéndole los cuernos a mi madre, sino también culpándome a mí por aquello. Me hizo sentir defectuoso, y me convertí en un estúpido, porque mi padre me trataba como tal.
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Gregorio Samsa es un ...