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Con esta novela llegamos al final de la historia de Mía Corvere. Empieza en el mismo punto en el que acaba el segundo volumen. Y si ese segundo volumen Jay Kristoff transportó a la antigua Roma con sus luchas de gladiadores, en esta tercera entrega nos lleva a las pelis de piratas, con sus bestias marinas, sus abordajes y sus marineros malhablados. Creo que el lenguaje en el que el libro está narrado es lo mejor de todo. Es crudo, salvaje, lleno de malas palabras y unos insultos de lo más imaginativos. Pero a mí eso es algo que me gusta porque me saca una sonrisa, dentro de todo el drama alrededor de Mía, el que todos tengan la boca tan sucia le quita dramatismo y lo vuelve todo un poco más ligero. Nos encontramos con los mismos personajes que dejamos al final de Tumba de Dioses, vamos perdiendo a algunos por el camino y se suma alguno nuevo a los que merece la pena conocer, sobre todo a Nube Corleone, que será mi vara de medir a los piratas a partir de ahora. Me encanta la evolución que tiene Mia a lo largo de la trilogía, al principio una asesina despiadada, fría, egoísta y solitaria, que pasito a pasito se va dejando querer y ella también empieza a tener sentimientos hacia las personas que le acompañan en el viaje, que pasan de ser meros compañeros a ser familia. Por fin nos explican que es ser un tenebro, que es lo que ha pasado para que algunas personas puedan manejar las sombras y cómo ese poder puede llegar a corromperte. Me ha gustado mucho la trilogía en general, y con este libro el autor le pone un broche de oro, con unas batallas muy épicas, algunas escenas de cama, muchas risas, alguna lágrima y un final apoteósico . |