La mirada que le echó cuando contó aquel chiste de nada todavía lo hacía estremecer. Y eso que sólo era una gracia: imaginar la raza aria rubia como Hitler, delgada como Goring y alta como Goebbels.
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La mirada que le echó cuando contó aquel chiste de nada todavía lo hacía estremecer. Y eso que sólo era una gracia: imaginar la raza aria rubia como Hitler, delgada como Goring y alta como Goebbels.
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Lud no había llegado a conocer a Louise. ¿Habría dado su aprobación? ¿Dos mujeres? ¿Amor lésbico?
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A mis alumnas les digo que no es necesario que renuncien a su profesión para tener hijos. Las mujeres no solamente deberíamos poder elegir, sinó que deberíamos poder hacer ambas cosas.
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Once