El demonio de la perversidad

El libro de cuentos de Kolkrabe se circunscribe perfectamente en la gran ola del terror latinoamericano, pues cuenta con algunos elementos rastreables que ya caracterizan al subgénero: ambientación dentro de Latinoamérica, en este caso Manizales, Colombia; realismo social, haciendo hincapié en la violencia del día a día; presencia y pregunta por el mal; empleo del folclore y tradiciones locales; entre otros. Teniendo como hilo conductor a la perversidad, entendida como una fuerza que orienta al individuo hacia lo maligno, hacia lo prohibido, hacia el placer de transgredir las normas sociales.

En ‘Caucho negro', que abre el cuentario, historia situada en las grandes zonas cafetaleras colombianas, el tema central es la venganza. Una figura oscura, demoníaca, influye en el actuar de dos personajes. El primero, un militar, aprovecha su posición de poder para violar a una menor. El segundo, hermano de esta, años más tarde, se encuentra con la oportunidad de vengarse sádicamente.

En ‘Jugar en el cementerio', el tratamiento empleado se acerca más al terror tradicional, pues los hechos suceden en un camposanto. Una niña aparecida, la inocencia de esta al jugar en el cementerio para estar cerca de su padre, un visitante inesperado, y la aparente vuelta a la vida del progenitor para proteger a su hija.

‘Retrato post mortem' recuerda bastante a dos elementos: El retrato de Dorian Gray, de Wilde; y la obsesión de Édgar Allan Poe por la muerte y corrupción de los cuerpos, sobre todo los familiares. Intuyo que, por esto último, uno de los personajes se llama Eleonora. Kolkrabe nos lleva a una casa antigua y nos muestra un retrato, una foto de aquellas que antaño se hacían a las personas cuando acababan de morir; teniendo como detalle a un sujeto espectral al fondo. Un familiar de la retratada intenta restaurar la imagen, tratando de recuperar la belleza que recordaba se su bisabuela Eleonor; resultando en una tarea inútil. La respuesta a tan extraño fenómeno la encuentra en una libreta de la señora, en donde se entera que la mujer fue un monstruo sádico y hasta zoofílico: el retrato plasmaba cómo era el alma perversa de Eleonora.

‘Réquiem en ex mayor', sin duda uno de los mejores relatos del libro. Mientras lo leía me venían ecos de la locura de Erich Zann, de Lovecraft. En este caso, asimismo, tenemos a Filamón, un músico enfebrecido, uno que anhela crear la mejor obra musical de toda la historia, y así volver a viejas glorias. Ayudado por el demonio Akera, el de la perversidad, tras alojarse en un extraño vino griego, lo embriaga para inspirarlo. Junto con su ayudante, Víctor, se instalan en una casa de campo para poder reproducir unas extrañas notas que habían quedado escritas luego del insano impulso creativo; lo macabro acontece cuando Filamón entiende que, para poder interpretar una música de semejante naturaleza, necesitará de un instrumento peculiar: el ser humano. Bajo la complicidad de Víctor, Filamón asesina y tortura a treinta y dos personas para conseguir cada nota, mismas que representaban un sentimiento humano; puesto que, una melodía del otro mundo solo era posible trasladarla a este por un agonizante.

El personaje principal de ‘La perversidad del sueño', mediante una técnica aprendida y la ingesta de un brebaje, aprende a controlar los sueños. Si bien se enfrenta a limitantes en cuanto a la ambientación y a la imposibilidad de controlar a personas inexistentes en la realidad, gracias a esa habilidad consigue cometer atrocidades en sus sueños; equilibrando así un estado de vigilia, marcado por una moral cristiana, y llegando a una suerte de katarsis. Incluso crea un cómplice, al que llama Akera. En una ocasión, un sueño se mezcla tanto con la realidad que queda la interrogante de si mataron o no sádicamente a un invitado de su mamá.

En el relato ‘Elvira', la culpabilidad por la muerte de un ser querido, sumada a la intervención de un amigo recién llegado, que aprendió en Madrid cómo invocar a Akera para que, mediante un pacto, este pudiera interceder para revivir a un muerto, decanta en la advertencia de «nunca apuestes tu cabeza con el diablo», o nunca negocies con un ente maligno; pues, debido a sus jugarretas, hay un riesgo latente de terminar estafado.

‘La hija boba' es de aquellas historias en las que hay una delgada línea entre lo que creemos monstruoso y lo que verdaderamente lo es. Una hija, debido a su condición, es la causante de la mayoría de problemas en un hogar; no obstante, se plantea una curiosa inversión de papeles cuando su madre empieza a convertirse en un monstruo similar a ella, e incluso esta empieza a tener una mejoría en su condición.

En '25 horas' se plantea un enigma salpimentado con la presencia de la eterna lucha entre Eros y Thánatos, entre el amor y la muerte. Un muchacho, erotizado por una compañera de colegio, decide jugárselas para poder estar con ella; sin embargo, la muchacha lo sortea prometiendo entregarse a él cuando el reloj marque las 25 horas.

Con ‘Los niños dulce' se cumple una de las características típicas del terror latinoamericano: el uso de tradiciones o mitologías locales. En este caso, Kolkrabe toma como base una leyenda popular de Manizales, que habla sobre niños fantasmas y cómo atraerlos con dulces, colocados en el techo de un automóvil, para introducirnos la tragedia vivida por unos huérfanos debido a la venganza de una mujer adicta a los dulces.

‘El banquete' es una historia que bien podría ser parte de un programa de horror show. Unos amigos se reúnen para compartir una tertulia, el banquete de su reunión no es la pizza que han pedido, sino el repartidor.

‘Degradación del alma' es la segura continuación de ‘Réquiem en ex mayor', siendo que en ambas la música es el leitmotiv. Un individuo se despierta en medio de un bosque, sin saber cómo llegó ahí. El último recuerdo que tiene es haber estado en una reunión de amigos. Una extraña e indescifrable melodía lo atrae a una cabaña. En el interior, un hombre toca un macabro piano, pues cada tecla está unida a una cuerda vocal de un desgraciado.
Para cerrar con maestría, en ‘Los hallazgos de Regor', Kolkrabe nos trae una suerte de teogonía, escrita por el antropólogo Regor Odirrag, en la que se explica el ascenso y caída de El Shaddai, padre de dioses y de hombres. Una historia mítica que deja al lector pidiendo una urgente continuación. En lo que cabría detenerse, por el tema de la figura de Akera, como eje tangencial de todo el cuentario, es que, tras la caída de El Shaddai, y la ascensión de Zutrená, descendiente de Apolo, Dionisio calma toda una guerra santa tocando su lira, así Zutrená es nombrado dios de dioses; no obstante, como la melodía mata al intérprete, este pide que su hijo Akera sea proclamado dios de dioses, siendo adoptado por Zutrená y gobernando ambos, ergo: la justicia y la perversidad equilibradas.