Y su sonrisa desligará el universo

No se puede domesticar al fuego. Puedes intentar contenerlo, o puedes sofocarlo del todo, pero de cualquier forma, lo niegas, niegas la esencia de lo que lo hace fuego, de lo que lo vuelve salvaje, de lo que nos hace amar las cosas que no podemos controlar.

«Nos consumimos en el fuego. Todas las cosas bellas se consumen en el fuego.

Nadie querrá contar la historia de ella. Es una verdad que nadie admite abiertamente: los asesinos son siempre más interesantes que las víctimas.

Si escucharan, sabrían todas esas cosas y muchas más, que hay un mundo más allá, mucho más grande que ellos y más grande que tú. Pero no escuchan. Y nunca lo harán.

¿Crees que la inmortalidad es tiempo suficiente para ganarse el perdón? Porque yo no estoy tan segura.

Sabe deslizarse en silencio por escondites que yo no puedo ver: los huecos en las paredes y las grietas en el techo. Y allí donde va, no está sola. Algo la espera en esos espacios vacíos, una oscuridad que llama a mi hija con una voz que solo ella puede oír.

A mis dieciséis años, he descubierto que las mejores cosas son las que una se guarda para sí. Las pequeñas verdades sobre el mundo que los demás creen que son una locura.

Las niñas no se ganan el derecho a cuestionar la sabiduría de los hombres. Podemos sonreír, sonrojarnos y asentir, pero no podemos decirles que no.

Este es el límite del mundo, y el oscuro bosque se despliega más allá, llamando con una voz dulce y clara como el tañido de la campana de una catedral.

Una chica normal, una chica rara, una chica rica, una chica pobre. Cualquiera es apta para ocupar una torre.
Siempre que seas una chica.