Tristessa

Como Goethe a los ochenta, uno sabe de la futilidad del amor […].

Por el camino me había ventilado ya un quinto de vino, estoy en uno de mis días ebrios, harto aburrido, triste y perdido.

La morfina ha atenuado mis miedos aunque prefiero no abusar dada la debilidad que inocula bajo mis costillas […].

La adicción es aflicción, al igual que todo mal cerebral […].

[…] no me creo nada de lo que veo, tan sólo el vacío sustancial de los átomos que conforman la carne, puedo atravesarla con la mirada, ver a través de nuestras siluetas de carne […] como si asistiera a la realidad futura a través de una amatista brillante, preocupante, nada halagüeña […].