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AVISO: esta reseña contiene SPOILERS sobre el anterior libro de la saga, Una maldición oscura y solitaria, una fantasía oscura capaz de dejarte sin aliento. Harper y Rhen están consiguiendo que el reino de Emberfall despierte de su letargo pero un nuevo problema llama a su puerta. Los rumores sobre un posible heredero hermanastro de Rhen minan su autoridad sobre el trono. A ello se une que Grey ha abandonado el reino y sus peripecias lo llevan al mayor enemigo de su reino, Karis Luran, y a su princesa, Lia Mara. El final del primer libro te deja con tantas ganas de leer el segundo que este no ha cumplido las expectativas que esperaba. El desarrollo de la trama es mucho más predecible que en el primer libro, desde el principio sabes cómo se va a desarrollar gran parte de la trama de Lia Mara. Su historia y la de Grey son cliché tras cliché, siendo su madre y su hermanas las únicas que tiran de la historia. A Harper y a Rhen en esta novela casi ni se les espera, y en los momentos en los que aparecen sus personalidades y actos chocan con todo lo que se dejó ver en el primer libro. Una Harper más sumisa y consentidora y un Rhen más déspota e inseguro. La evolución de los personajes no me ha convencido y las nuevas incorporaciones tampoco han logrado que empatice con ellas. El desarrollo de la trama y las decisiones que se toman llegan a ser precipitadas en muchos momentos, haciendo que la trama avance a tumbos para llegar a un enfrentamiento que podía haberse evitado. Espero que la última parte cierre esta historia de manera, al menos, satisfactoria. Colibrí. |
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