No temas a los demonios; son los vivos quienes de verdad deberían quitarnos el sueño. Los horrores cometidos por la humanidad superan cualquier invención de Hollywood o del más allá.
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No temas a los demonios; son los vivos quienes de verdad deberían quitarnos el sueño. Los horrores cometidos por la humanidad superan cualquier invención de Hollywood o del más allá.
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Se dice que la verdad nos hará libres, pero, en Sri Lanka, la verdad te lleva derechito a una celda.
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Los humanos somos unos bárbaros, independientemente de la deidad ante la que nos arrodillemos.
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Ostentar el poder te da la libertad de lanzar amenazas sin tener que formularlas de forma explícita.
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Dependemos de estos libros de derecho porque la religión ni siquiera prohíbe las violaciones. ¿Lo sabíais? Los mandamientos castigan a quienes toman el nombre de Dios en vano en domingo, pero no hay ninguno que diga: «No violarás».
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Pasas por delante de una valla publicitaria que recuerda a un político fallecido y te maravillas ante el hecho de que algunos humanos consigan ese tipo de reconocimiento, mientras que otros no reciben sepultura siquiera. Dentro de tal disparate, solo dudas de la existencia de un único ser. Y no estás pensando en Dios (o, como tú lo llamas, Quien Sea), sino en el ser mitológico cuya existencia es la más difícil de concebir: el político sincero.
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Todas las historias se repiten y ninguna es justa. Algunos tienen suerte y a otros les toca sufrir. Muchos nacen en hogares donde hay libros y otros crecen en el pozo de la guerra. Al final, todo se convierte en polvo. Cada historia llega a su fin con un fundido negro.
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Con cada cosa que veo, más convencido estoy de que la historia de la humanidad se resume en que quienes cuentan con barcos y armas borran de la faz de la Tierra a quienes se olvidaron de desarrollar esos avances. Todas las civilizaciones comienzan con un genocidio. Es la ley del universo.
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Las fuerzas del mal no deberían asustarnos. En realidad, son las criaturas con el poder de actuar en beneficio propio las que deberían hacernos temblar de miedo. ¿Cómo se explica, si no, lo loco que está el mundo?
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El más allá es una oficina de la Agencia Tributaria a la que venimos a reclamar lo que se nos debe.
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¿Con qué frase empieza esta novela?