Es imposible amar el mar y resistirse a ser arrastrado por sus mareas.
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Es imposible amar el mar y resistirse a ser arrastrado por sus mareas.
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¿Notas como me baila el corazón cuando está cerca del tuyo?
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La felicidad, además de engañarnos con vacuas promesas, nos vuelve confiados. Sintiendo lejano el peligro, nos descuidamos y el fatal desliz llega. Como el guerrero que a falta de enemigos deja de entrenar y cuando quiere volver a echar mano de su espada ha olvidado cómo empuñarla.
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Algo extraño tiene la felicidad. Es una amante cruel. Te cala en los huesos. Se extiende por tu cuerpo igual que el vino empapa un paño blanco y borra de tu memoria que no hace tanto que llegó, que no queda tanto para que se marche. Te susurra al oído con palabras de almíbar que será eterna. El mismo almíbar que luego te escuece aún más en las heridas cuando el dolor reclama tu vuelta.
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Y tras lanzar aquel dardo envenenado, ambas miradas se enfrentaron. Dos soledades contemplándose la una a la otra.
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Y bienvenida al mundo real: la vida no es justa. Los villanos no pagan por sus maldades.
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No debes acostumbrar a tus armas a controlar su sed. Podrían llegar a perderla.
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El amor es leal y se inclina con la misma dicha que recibe. Pero el miedo se inclina con el rostro vuelto y las entrañas agitadas de ira. Y el día que menos esperas se yergue furioso y todo lo derriba. Que el poder nunca te reporte más alegría que la que siembres en tu pueblo.
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Manolito ...