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Tras “La verdad sobre el caso Harry Quebert”, me moría de ganas por leer “La desaparición de Stephanie Mailer”, cuya sinopsis prometía pese a las malas críticas que leí sobre la novela en Francia. Debo decir que, aunque al principio me costó debido al amplio abanico de personajes, diferentes puntos de vista, pasado y presente, una vez me enganché a la trama cerca de la página 60, no pude parar y, de hecho, si paras, corres el riesgo de no recordar dónde te quedaste, por lo que su lectura debe ser, casi obligatoriamente, del tirón. El estilo adictivo de Dicker te lo pone fácil aunque, repito, hay que estar muy atento a todo para no perder detalle; personajes que parecen no tener nada que ver con la trama y “La noche negra” de una ciudad provinciana para que, finalmente, todo vaya encajando. (En más de una ocasión me he ido a la última página, donde hay un resumen de sus personajes, para saber quién es quién entre tanto nombre, revistas, policías...). Sobre Stephanie Mailer, cuya breve intervención al principio es estelar, descubriremos qué le pasó antes de la página 100, pero el misterio real se centra en 1994, en el asesinato del alcalde, su mujer, su hijo de 10 años y una vecina que salió a hacer footing y debió encontrarse con el asesino hace 20 años, y qué es lo que pudo saber la intrépida periodista antes de esfumarse. Los agentes Derek y Jesse (a punto de jubilarse), atraparon al “asesino” en 1994 con fatales consecuencias que iremos descubriendo más adelante. Ahora, en 2014, creyendo que detuvieron a un inocente, retoman la investigación junto a Anna, una policía brillante que se enfrenta al bullyng del machismo entre sus compañeros de comisaría. Pasado y presente; narrativa en primera y en tercera persona. Inteligente, ágil e imprevisible. Te hará dudar de todos; la curiosidad te impide dejar de leer. Muy recomendable. |
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