Cuando uno se enamora no puede dejar de mirar al cielo, muchacho. Como si las estrellas fuesen asideros que conspiran en un universo que puede proyectarte hasta su cima etérea; todo parece estar por debajo de ti y te olvidas de mirar al suelo. Pero conviene pisarlo con fuerza porque es ahí y solo ahí, donde podrás concederte un verdadero impulso, alejado de quimeras e ilusiones. Nadie te priva de conquistar el cielo, pero empieza desde la tierra.
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