Siempre hemos vivido en el castillo

Mary Katherine, o Merrycat, como más comúnmente es conocida, pasa los días fantaseando en el jardín de la gran mansión de los Blackwood, esperando la comida que con mucho amor prepara su hermana Constance o bajando al pueblo a hacer recados, muy a su pesar, un par de días a la semana.
Una terrible desgracia acaeció hace unos años a la familia, reduciéndola hasta las dos hermanas, y un tío algo mayor, enfermo en gran medida como consecuencia de dicho acontecimiento. Su único contacto con el exterior, el de un reducido número de vecinos que los visita de vez en cuando, ya que el resto de habitantes del pueblo les profesa un histórico odio, que el mencionado suceso no hizo sino alimentar aún más.
Me adentraba en esta historia con la etiqueta de referente del terror como bandera y, aunque puedo llegar a entender el por qué, es verdad que me he encontrado con una historia en la que, a mí parecer, priman el suspense y el componente psicológico.
El primer capítulo no me pudo adentrar mejor en la trama. Una Merrycat, que por derecho propio se cuela en la lista de personajes literarios memorables y de la que nada más diré para no caer en posibles spoilers, que a desgana acude al pueblo para a hacer la compra ya que "la gente del pueblo siempre nos ha odiado".
En seguida te empiezas a hacer un montón de preguntas; ¿por qué ese odio?¿qué le pasó exactamente a la familia?¿por qué esa actitud a veces infantil de Merrycat? Y es que Jackson muy hábilmente nos va dosificando la información para mantenernos enganchados.
Un placer de lectura que he podido disfrutar doblemente al compartirla con @montse aunque me haya costado en algún momento no sobrepasar las metas fijadas para saber qué pasa más a adelante. Además con maravilloso posfacio de una autora que tengo pendiente como es Joyce Carol Oates.