La bibliotecaria de Auschwitz

Cada vez que alguien se detenga en una esquina a contar algo y unos niños se sienten a su alrededor a escuchar, allí se habrá fundado una escuela.

Abrir un libro es subirte a un tren que te lleva de vacaciones.

Querían un almacén de niños arrinconados como trastos, pero nosotros abrimos una escuela. Querían que fueran reses en un establo, pero nosotros hemos hecho que se sintieran personas

incluso en ese terrible campo de exterminio, abrir un libro es como subirte a un tren que te lleva de vacaciones

En ese lugar, la muerte pierde cualquier dignidad y reduce a las personas a la categoría de despojos

" El miedo al miedo es cómo correr cuesta abajo "

“Hasta que no nos vimos con un trozo de pan en la mano, creímos que nos estaban llevando a la cámara de gas”

“Mengele me miró y dijo: ‘Pintora… ¿De retratos o paredes?’. ‘De retratos’, respondí. Él insistió: ‘¿Puedes pintarme uno?’. Y yo, con el corazón desbocado y un miedo terrible, dije: ‘Por supuesto'”

Dita sólo hace unos días que es la bibliotecaria, pero parecen semanas o meses. En Auschwitz el tiempo no corre, se arrastra. Gira a una velocidad infinitamente más lenta el resto del mundo. Unos cuantos días en Auschwitz que convierten un pardillo en un veterano. También pueden transformar un joven en un viejo, o una persona robusta en un ser decrépito.

A lo largo de la historia, todos los dictadores, tiranos y represores, fuesen arios, negros, orientales, árabes, eslavos o de cualquier color de piel, defendieran la revolución popular, los privilegios de las clases patricias, el mandato de Dios o la disciplina sumaria de los militares, fuera cual fuese su ideología, todos ellos han tenido algo en común: siempre han perseguido con saña los libros. Son muy peligrosos, hacen pensar.