Mortadelo y Filemón. Seúl 88

A estas alturas, Mortadelo y Filemón habían ganado tal fama, amigos, respeto y confianza que por supuesto la delegación olímpica española se niega en rotundo a viajar con ellos.

Seúl 88 comienza con uno de esos recorridos históricos de los que tanto disfruto.

Del nacimiento de las distintas disciplinas, como el lanzamiento de jabalina prehistórico al salto de trampolín en un barco pirata o al levantamiento de peso en Egipto, tal vez nos hayamos vuelto más civilizados, aunque ahí están nuestros agentes para demostrar lo contrario.

Ibáñez incorpora a Margarito. Un superhombre creado por el profesor Bacterio con más pluma que un ganso y que hoy, por supuesto sería políticamente incorrecto.

Yo no sé que pasaría con mis Fallas si toda esta generación de inquisidores se dieran una vuelta por Valencia y vieran con detalle la sátira que desprende hasta el más humilde de los monumentos.

Volviendo al evento que nos ocupa y una vez resulta la pequeña Odisea de llegar a Seúl con los medios de la T.I.A. (que son para echarse a temblar y rezar a todos los dioses conocidos) llegamos a la Corea del Sur antes de los BTS, Stray Kids o Blackpink (estos solo les sonará a quienes tienen hijos de 11 a 15 años)

Allí, nuestros "deportistas" tendrá que resolver ciertos asuntillos con el idioma y velar por la buena actuación de la siempre orgullosa delegación española.

Ibáñez inunda de tópicos orientales un cómic lleno de buen humor (excepto para la digna inquisición del siglo XXI) que adereza con todo tipo de golpes, desastres y burradas.

Aunque para mi gusto, tiene monográficos olímpicos mucho mejor trabajados, no faltarán las sonrisas, en especial, por los descalabros ajenos que tanto disfrutamos.

Una combinación segura para aquellos que amamos la lectura, el buen humor y el deporte pasivo, es decir, ver como sudan los demás mientras nos tomamos una cervecita.

Y es que nada hay más reconfortante que un bar de tapas frente a un gimnasio.