Moscú - 80

Cuando digo que los cómics de Francisco Ibáñez van mucho más allá de los mamporros, fracasos y disfraces, lo hago con conocimiento de causa.
Pero vayamos por partes.

Nuestros agentes especiales de la T.I.A. Mortadelo y Filemón viajarán junto al Súper a las olimpiadas de Moscú de 1980.
Antes, recibirán un breve entrenamiento en diversas disciplinas, preludio de la gran actuación que se les augura.
No nos defraudarán.

La gran clase política española (que ha ido a peor hasta nuestros días) quiere que nuestros deportistas fracasen estrepitosamente y para ello contratan (como si hiciera falta ayuda para tales menesteres) a la S.O.B.R.I.N.A. cuyos agentes tratarán de sabotear, sobornar e incluso incitar a la huelga (esto sí, lo hacemos de maravilla) a nuestros virtuosos participantes.

Y allí estarán tía y sobrina dejando a España con sudor y esfuerzo, en el gran lugar que acostumbra.

Sin embargo, bajo las disparatadas viñetas de Ibáñez también hay lugar para todos los tópicos de la madre Rusia, desde sus preciosos gorros a sus amables agentes de la KJB o sus simpáticas deportaciones a Siberia por cualquier causa.

Al decorado no le faltan estatuas de Lenin en los lugares más insospechados y, como no, una crítica a la guerra fría que rodeó a la época y a tamaño evento.

Publicada en 1979 y de rabiosa actualidad entonces, al genio del humor encorsetado en ventanillas no le tiembla el lápiz, que bien afilado, dibuja y colorea con sonrisas a quien se ponga por delante.

Me parece un regalo ideal tanto para nuestro congreso de los diputados, como para Vladímir Putin, aunque no tengo fe alguna que el mensaje fuera entendido y mucho menos, aprovechado.

En definitiva, 48 páginas repletas de ironía, risas, y un exagerado retrato de lo que fueron aquellos años, que, sin embargo, se asemeja a la vergonzosa realidad.

Genio y figura este Ibáñez.