Mientras le contemplaba, mi mujer pensó que pronto llegaría el momento de la separación y volvió a preguntarse si realmente aquel gato no era suyo. Chibi observó con sus profundos ojos verdes una cosa que se llaman lágrimas.
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Mientras le contemplaba, mi mujer pensó que pronto llegaría el momento de la separación y volvió a preguntarse si realmente aquel gato no era suyo. Chibi observó con sus profundos ojos verdes una cosa que se llaman lágrimas.
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El día despuntaba y Chibi continuaba con sus juegos en el jardín, la espalda salpicada de pétalos de flores de ciruelo, en persecución de un tábano, olisqueando un lagarto. Aquel lugar representaba para él la vida y el caos.
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En la penumbra de la casa, la diminuta pelota blanca rebotaba con golpes secos y el pequeño ser vivo que la perseguía, bañado con el claro lechoso, se metamorfoseaba en una perla nacarada.
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Sabía que los gatos únicamente abren su corazón a sus dueños, sólo a ellos les muestran su verdadero esplendor
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'Es nuestro gato', decía mi mujer a pesar de ser perfectamente consciente de que no era cierto. Se lo comía con los ojos. Estaba convencida de que era un regalo del cielo.
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Manolito ...