El peso del mundo: Diario

El peligro de este estado de reflexión, de soledad, de observación, de "meditación", es que al final uno ya no puede brindarse a otra existencia, a otra persona.

Poner la cabeza entre las manos: ternura para con uno mismo.

Envejecer sin que pase el tiempo.

El hermoso contenido biográfico de ayer, apenas vegeta hoy en mí como forma de vida.

Como si el dolor no tuviera pasado.

La mayoría de veces estoy demasiado consciente para estar triste.

Lo más importante: no reclamar la historia para sí, no dejarse definir por ella, no usarla como excusa... despreciarla en aquellos que la usan para maquillar su propia insignificancia... pero sí conocerla para entender y, sobe todo, para desenmascarar a los otros (mi odio a la historia como asilo para las nadas del ser).

Conozco a alguien a quien le agradan tanto sus propios pensamientos que en el medio de ellos se le empiezan a caer las lágrimas.

Si hablo de mí mismo, a menudo solo es por incomodidad.

Mirarse a veces para poder reflexionar. (Volverse miope de tanto tener la vista clavada en uno mismo).