El Relato Del Monstruo

Pronto las calles estarían sumidas en la magia oscura, y el mundo del más allá revelaría su cara

La vida convierte a todos en monstruos, pero siempre es posible volver. El dolor y la muerte son reales, pero también lo son el amor, y la familia, y el perdón.

Mi traje de monstruo siempre me quedó mejor que mi propia piel. Jamás fue un guardián ni un héroe, sino un creador y un cosechador de temores.

Por un tiempo, las cosas van bien. La confusión, el temor y la irrealidad constantes de su vida anterior se convierten en un sueño de colores suaves y aromas apetecibles. Se desvanece la sensación de ser observado, y su pasado parece menos algo que le ha sucedido que las escenas vívidas de un libro que una vez leyó, una pesadilla que tomó prestada. El amor y una vida sencilla. Esa es la magia real.

Kyle se deslizó dentro de la conversación sin aparente esfuerzo, y se me ocurrió que yo mismo había frecuentado muy poco a los hombres. Aunque compartía con ellos las mismas características básicas de la biología, parecían una raza extraña. Fanfarrones, bulliciosos, intensos, incluso esos hombres gordos entrados en años seguían mostrándose orgullosos y seguros de sí, como si fueran los dueños del mundo. ¿Dónde se originaba esa seguridad? ¿Y de dónde sacaban ese sentido innato de compañerismo?

Es difícil vivir con una persona deprimida. La depresión ocupa espacio físico, se desparrama y se filtra bajo puerta cerradas. Se cuela entre habitaciones como un gas letal, cubriendo la casa como un manto de neblina.

No éramos felices, pero sí financieramente solventes, lo cual, tras mi niñez sumida en la pobreza, resultaba casi lo mismo.

La mayoría de las personas en tu vida quieren hurgar en tu interior para obtener cosas que ellos desean: sexo, atención, una sonrisa, permiso para cambiar el carril de la carretera. Están a la caza para obtener cosas para ellos, no para dártelas.
Cuando esto me sucedió, empecé a deprimirme. ¿En cuánto tiempo conseguiría vaciarme el mundo?

Hoy estaba en mi laboratorio de geología, mirando la ventana, y he empezado a pensar en todas las capas de la tierra, y en cómo, mientras excavamos, perforamos, y todo lo demás, extraemos todas aquellas cosas que son nuevas para nosotros, pero que en realidad son antiguas. Me pregunto si los seres humanos no son iguales. Si cada tic de la personalidad, cada talento o defecto ya está en su sitio, esperando ser descubierto.

De pronto, Eunice no puede mantenerse en pie. Vuelve a la máquina de escribir y se sienta. No llora. No aquí. Cierra los ojos e intenta no ver a Merrin, intenta ni siquiera pensar en ella. No ha tenido malas intenciones. Creía que estaba haciendo algo bueno. Eunice sencillamente quería un favor diferente. Quería escucharla pronunciar las palabras prohibidas, que validara esa sensación de podredumbre que siente en lo más profundo que le provoca vergüenza y temor de sí misma.