Desde el otro lado de la calle, una sombra contemplaba su obra. Observó cómo el humo negro empezaba a salir de aquella vivienda situada en el Inferniño, en pleno centro de Ferrol, cómo la gente se agolpaba en la calle, con las manos en la cabeza, y al fin escuchó los gritos de dolor de aquellos malnacidos.
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