La librería del señor Livingstone

A riesgo de ser visitado en breve por el querubín fantasma de los amores pasados, futuros y presentes; consciente de que si por mí fuera, las floristerías solo venderían cactus el día de San Valentín, advierto, basándome en hechos absolutamente reales:

Que el romance de la presente novela me produjo tal reacción que acabé en la UCI conectado a un gotero de 500 litros de insulina.

Síntomas:

- Parálisis cerebral.
- Severo bizqueo ocular, llegando a juntarse el ojo izquierdo con la oreja derecha y viceversa.
- Rotura de pleura.
- Disminución del apetito en cualquiera de sus formas.
- Hipo.
- Dolor menstrual.
- Alopecia.
- Ganas de asesinar a la suegra ( no está demostrado que se deba únicamente al libro)

Agnes y John, por dios bendito, por la salud de este Scrooge del corazón, amaros cuanto os venga en gana, pero no me lo contéis.

Igual que en las cajetillas de tabaco se incluyen mensajes apocalípticos, la OMS debería obligar a determinadas novelas a advertir sobre la elevada cantidad de azúcar que su lectura aportará a nuestro sistema.

Pero la librería del señor Livingtone, supongo, tiene otras virtudes y sería injusto no aplaudirlas.

Estoy convencido de que muchos de los que deambulamos por estos lares estaríamos encantados de trabajar en un lugar tan mágico como Moonlight Books.

Una librería muy especial llena de seres tan maravillosos como extravagantes, es sin duda, la baza más creativa, y redonda de Mónica Gutiérrez.

Un niño llamado Oliver Twist que es dejado en el comercio por su abogada madre como si de una guardería se tratara.

Un escritor residente, que sólo es capaz de encontrar a las musas en un rincón de este excéntrico hogar del libro

Una clientela digna de acabar con la paciencia del más tibio de los hombres y, sin embargo o precisamente por ello, gente adorable.

Un librero cascarrabias y misántropo absolutamente adorable.

A esta entrañable casita azul llegará Agnes, arqueóloga perdida en Londres en busca de sus sueños, y un personaje que dejó de gustarme en el preciso momento que se enamoró.

Sin el romance, la obra transita entre cuero, tinta y grandes clásicos de la literatura inglesa. Pura delicia.
Llena de citas que serán instantáneamente añadidas a tu cuaderno de notas.

Pero cuando el amor entra por la puerta, Rafa salta por la ventana, más aún cuando la almibarada pareja todavía no ha superado la barrera del primer pedo.

Feel-good le llaman a lo que toda la vida se ha conocido como pastelazo de tomo y lomo. al menos queda más chuli. ¿Verdad que sí, cari?

Sentimientos encontrados, pues todo lo que rodea a esa maravillosa librería, la convierte en un mundo fascinante donde el placer no es otra cosa que perderse entre sus páginas.

¿ Y el amor? ¿De verdad era necesaria esa parte en tan mágico relato? ¿ A qué tanto interés de llevar a lectores como yo al borde del suicidio?

No te lo perdono Mónica, pero si te reconozco que con todo lo demás disfruté como un enano, y no le realizo una genuflexión porque a buen seguro tus pies huelan a algodón de azúcar en lugar de a Roquefort.