No hay hombres buenos. Solo intenciones perfectas.
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No hay hombres buenos. Solo intenciones perfectas.
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Bajo el paraguas azul de Agnes, cogidos del brazo, el parque a su alrededor no era más que silencio de algodón y el susurro de los altos abetos al mecerse con lentitud soñadora. Resultaba extraño acompasar el movimiento al de otra persona cuando se llevaba tanto tiempo caminando en solitario.
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El mundo sería un lugar mejor si no nos avergonzáramos de tener días entrañables.
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Como buen librero, su Mundo era su librería; su Estado, la lectura; y su Constitución, el índice alfabético de títulos y autores que había informatizado hacía unos años pese a que era capaz de encontrar de memoria cualquier ejemplar que el cliente le solicitase, incluso en el peor de sus días.
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-La mayoría de las personas no son interesantes, son mezquinas -Tu señor Livingstone empezó a pensar cosas como esa y mira cómo ha acabado. -¿Cómo? -Viviendo a través de los libros. - Entonces tiene la mejor de las vidas. |
No hay hombres buenos. Solo intenciones perfectas
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– ¿Qué es eso del feelgood? – Novelas en las que los protagonistas jamás comen acelgas – resumió ella pensando en todos los títulos que le había descubierto su amiga-. Historias en las que apenas ocurre nada extraordinario, cuyos protagonistas no son grandes héroes. Historias en las que la felicidad se mide en pequeños momentos y se halla en los gestos más cotidianos… – Como tomarse un té en el Jubilee con la mujer más hermosa de Londres. |
Ser valiente es no rendirte, seguir adelante aunque estés muerto de miedo.
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Nunca he conseguido entender por qué es tan sencillo engañar a la gente y tan complicado contarles la verdad.
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El mundo era gris y solo si se aprendía a mirar se volvía uno capaz de percibir algún retazo de colores brillantes.
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¿Quién escribió «Agnes Grey»?