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Crítica de EntreLibros


EntreLibros
30 March 2024
Me quedé en la Argentina. El mes de marzo avanzaba hacía el 24, Día de la Memoria, la Verdad y la Justicia, mientras me sumergía en la última publicación de Leila Guerriero, escritora de periodismo narrativo, sin duda una cronista con mayúsculas, que nos ofrece un retrato de Silvia Labayru, miembro de Montoneros en el área de inteligencia de la organización, un grupo guerrillero revolucionario de extracción peronista, que venía actuando ya en el periodo de democracia representativa de Isabelita Perón.

Silvia Labayru, fue secuestrada en el 77 y conducida a la ESMA, la Escuela de Mecánicos de la Armada. Tenía 20 años y estaba embarazada de cinco meses. Allí, sería torturada y violada sistemáticamente.

En el predio de la ESMA, convivían la vida y la muerte. Mientras en una zona del edificio se llevaban a cabo las labores de docencia habituales, en otra, más de cinco mil secuestrados fueron sometidos a tortura. La mayoría, asesinados en vuelos cortos sobre el mar o el Río de la Plata. Apenas sobrevivieron 200. ¿Por qué unos y no otros?. Sólo puede haber una respuesta clara: la arbitrariedad del poder omnímodo de una dictadura que ejerció de forma inclemente el terrorismo de estado.

Silvia Labayru no parece encajar en el cánon de víctima que solemos manejar, si pudiésemos considerar ético ese ejercicio tan descarnado de categorizar a las víctimas. Contó con privilegios poco habituales, siempre bajo amenaza. Fue obligada a infiltrarse, junto a uno de sus captores, en la organización de las Madres de la Plaza de Mayo, que finalizó con más desapariciones. La contrapartida fue tan brutal que provoca, aún con contradicciones, muy pocas dudas. El testimonio resulta estremecedor.

Cuando fue liberada creyó que había terminado un infierno... pero, ya exiliada en España, empezaba otro muy cruel. El de la revictimización, el del repudio... ¿Qué había hecho para sobrevivir?.

En "La llamada", Silvia Labayru cuenta su historia, y Guerriero la perfila consciente de que habrá huecos imposibles de llenar. La expone a algunas inconsistencias, realizando casi cien entrevistas entre ella y su entorno. Conoce la autora las trampas inconscientes de la memoria, un terreno siempre lábil. Intenta ser la mosca en la pared, pasar desapercibida, no condicionar respuestas, guardarse alguna pregunta, no hacer juicios de valor en el texto, no caer en las cercanías afectivas ni en absurdas complacencias. Tampoco en sensiblerías. Creo que lo consigue, otorgándole consistencia al relato.

Leila Guerriero, tiene dos armas de seducción masiva: la mirada y la palabra, que maneja con precisión de orfebrería. Investiga, reportea, comparte espacios íntimos, explora desde la anécdota hasta los hechos contumaces, observa y acumula un material que luego estructura, con ritmo narrativo, con precisos recursos estilísticos, para transformar el buen periodismo, la no ficción, en alta literatura.

A veces huimos de la realidad a través de la ficción. Yo necesito salir de la ficción a golpes de realidad. Con enormes cronistas, aún con la mirada en focos tan diversos, como Guerriero, Carrère, Svetlana Alexievich, Grossman, Walsh, Capote, Elena Poniatowska, Juan Villoro, Martín Caparros, Gabriela Wiener o el propio Gabriel García Márquez, uno de sus precursores junto al autor de "Operación Masacre".

Me seguiré encontrando con Guerriero y su mirada lúcida y profundísima, en sus columnas de "El país", inteligente en sus elucubraciones y brillante en su escritura, para llevarnos desde lo particular a lo universal, donde es imposible no reconocerse tantas veces.

Seguimos leyendo...

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