Cuando comenzamos a leer, lo primero que nos llama la atención de esta novela contemporánea son los títulos de los capítulos. Cada uno de ellos será una ataque Pokemon que nos explicarán en nota, pero que nos sirve para entender el tono de la obra.
Así, nos acercamos a esa infancia de Aída en la que la palabra que mejor define todo lo que le sucede es confusión. Asociada a ella y su recorrido, encontraremos las palabras crueldad, abuso, crudeza y vida. No son palabras positivas, es cierto, pero es que el recorrido de la infancia a la adolescencia siempre es traumático. No hay circunstancia buena.
Un dolor destilado
De este modo, caminamos con la protagonista en ese cambio denominado en nuestra época de «niña a mujer», en todos los aspectos que podáis imaginar. Para ello, se nos darán dos hitos en su vida, aunque estos estén rodeados de tantas escenas que casi casi parece que son muchas más cosas (y solo pasa más o menos un año, año y medio en la novela).
El primero es la relación con su primo Moco. Con él aprendió a vivir su niñez y a descubrir el mundo, tanto es así que la separación entre ambos es casi irreconciliable cuando los dos entran en la pubertad. Veremos paso a paso esa ruptura inevitable donde los roles de uno y de otro se imponen en una relación de iguales, cambiando así también el tipo de relación.
Esta para mí ha sido una de las partes más duras de la novela, hasta el punto en que había momentos en los que tenía que parar a respirar para poder seguir leyendo. No nos damos cuenta, pero en esos momentos de no encontrarnos a nosotros mismos, creemos que tenemos derecho a experimentar lo que se nos atoja, siendo en el proceso crueles, déspotas y terriblemente inconscientes de las marcas que dejamos en los demás y nos dejamos a nosotros mismos. Creo que el problema fundamental también es que no hay a quien regañar, porque ambos están cambiando unas normas que no comprenden.
Por otro lado, el segundo hito es la relación con sus amigas durante el primer curso de la ESO. En concreto con Yaiza, pero más allá de ella, esa relación que te hace querer ser mayor siendo aún una niña y que te hace querer ser niña cuando ya te has hecho mayor. Con ellas veremos los descubrimientos de lo más sórdido de la adultez, el cambio de normas donde no todo es absolutamente malo o bueno, sino que depende de cuándo, dónde y con quién.
Sin embargo, añadido a esto, tenemos la historia con Yaiza, su mejor amiga, quien mejor la comprende; pero también quien más dudas le hace tener sobre sí misma. Ese espejo que no lo es, porque cada uno somos único, pero que en ese momento no lo sabemos. Con ella ahondaremos en este camino hacia fuera, en la proyección del yo en el mundo y del mundo en mí. de igual modo, encontramos confusión, pero también poder y arrepentimiento.
El estilo de una generación
Si tuviéramos que describir el estilo de la autora en esta novela, creo que solo podría definirlo como un estilo en carne viva, que deja ver sin complejos la manera en la que vivimos aquellos tiempos. Es un estilo sin complejos, sin explicaciones y con derecho propio.
En muchos sitios se ha calificado como prosa poética y no seré yo quien diga que esto no es así, pero creo que es mucho más. Creo que es el modo exacto de trasladar lo que se pasa por la cabeza de un adolescente, todo contradicciones, sin filtros y donde las metáforas, las comparaciones, las hipérboles, etc. se hacen con su mundo conocido: Pokemon, el mundo otaku, los comienzos de internet. Envíame un zumbido para saber que soy importante para ti. O eso creíamos.
En este sentido, es cierto que no es una novela de lectura fácil. Ya antes he dicho que en algunos momentos el contenido me hacía parar para digerir; en el caso del estilo lo que encontramos son momentos de absoluta incomprensión, donde, para mí, las palabras no significan lo que nos dice el diccionario, sino que forman un conjunto que transmite una idea más allá de su significado denotativo. Un juego de referencias, recuerdos, impresiones y maneras de ver, que hace que el lector tenga que estar muy implicado en la lectura y en entender, en la medida de sus posibilidades, lo que quiere decir Aída.
Es verdad que, además, añadimos que la novela está escrita en dialecto canario, lo que nos lleva a tener que conocer parte de su léxico para poder comprender bien la novela. No obstante, la experiencia no desmerece e, incluso, diría que da más intensidad a ese lenguaje entre niño y adulto, que no mide las palabras y que todo lo que sabe decir está carente de eufemismo.
¿Cómo recomendar lo que puede doler?
Esta es una pregunta que me hago, porque reconozco que no ha sido una novela que haya disfrutado. Me explico, cada palabra, cada cosa que sucedía me llegaba tanto que sé que no he salido indemne de ella, pero qué mejor recomendación que decir que es una obra que se te mete en la piel.
Por ello, sí os recomiendo la novela, aunque os enfrentéis a una lectura compleja, que pica y escuece como una herida o que puede dejaros impertérritos porque os resulta completamente ajena. Creo que es una obra que marca algo en nuestra literatura y que por, aunque solo sea por ello, merece la pena. Espero que os animéis con ella.
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