Seguro que el primer pensamiento que se te cruza por la mente al leer esta historia es que has pasado las últimas horas en compañía de una familia muy rara. Y puede que sea cierto. O no. La rareza no está en el que supuestamente la posee, sino en la mente y en los ojos de los que creen haberla reconocido. Como todo. A mí la rareza (si es que algo puede considerarse realmente raro) me atrae, me seduce y me provoca carcajadas. No necesito más razones para declararme admiradora perpetua de este título. Y de estos niños; de estos tres hermanos que viven en una casa de techos altos que no les impresionan; ellos prefieren el jardín y el sótano. Estas criaturas que crecen como las plantas, con una supervisión básica que los convierte en seres vivos sanos y libres. Y de los cuatro perros, el hámster, las gallinas (sobre todo de María Tudor), y de la librería que recorre todo el perímetro de la casa. Y de esos padres que permiten, aman, educan para la vida, se enfrascan en sus propios proyectos y no sienten ningún apego por el mundo exterior. Y de María, por supuesto. Esta es una gran historia con un inesperado final. de esos de los que a veces prefieres olvidarte. + Leer más |