El secreto de Riverview College

La aventura acecha a la vuelta de la esquina.

Las huellas del pasado están en todas partes, solo hay que saber verlas.

En ciencia, las pruebas son indispensables. Nadie puede demostrar una teoría a base de intuición e instinto. Sin embargo, usted no sabe la frecuencia con la que esos sentimientos han dado pie a importantes avances científicos. Sin sospecha, asombro y curiosidad, no hay ciencia. Las pruebas no están principio son el resultado de la búsqueda.

Aunque era difícil decir qué diferenciaba los días suaves de primavera y los de otoño, ella habría reconocido esa estación con los ojos cerrados. El aire de septiembre era más fresco, y el viento acariciaba la piel con una ligera aspereza.

El conocimiento es como el amor. Solo tiene sentido si se comparte.

Cuando la gente actuaba con ella de forma autoritaria o con una actitud irreconciliable, tendía a preguntarse primero si tal vez ella estaba equivocada. Pero eso era un error. Una persona que trataba de manera desconsiderada a los demás solía ser una persona desdichada.

Katie trastabilló al bajar la escalera, perdió el equilibrio, y en el último momento logró sujetarse contra los ásperos ladrillos. Había estado a punto de caer. Se restregó los dedos un instante y notó que por las hendiduras rezumaba mortero húmedo. Siguió bajando, mientras notaba a cada paso los escalones gastados. Estaba aterida. No sabía si era de frío o por la debilidad de su estado.

La guerra no debe hacernos olvidar la humanidad.

Sigamos el consejo de Tennyson en su poema Ulises: «Esforzarse, buscar, encontrar y no rendirse».

Bueno, ya sabe usted lo que pienso de las guerras. Siempre que se libren sobre una hoja de papel y sean por motivos románticos o nobles, estoy completamente a favor. En estos casos, blando la pluma como una espada y la clavo como si fuera un puñal.